Faltó el cartel advirtiendo de no acercarse sin antetánica al día. Pobre Pipistrela… la pusieron al final de todo, último auto al final del boulevard. No la querían tener cerca de esos autos importantes con ocho manos de bicapa finolis. Es más, no tenía siquiera cartel del evento. Así todo, ¡tanta gente se acercó a mirarla! Algunos de ellos conocedores de la «Limitada 27»; otros, simplemente a curiosear algo raro.
Su historia en primera persona: primero, compramos un chasis Ford T de competición, completo, con sus cuatro ruedas, diferencial y tren delantero, muy raro éste por tener suspensión independiente. Años después un amigo nos regaló un motor y caja chancho T muy elaborado, allá por los años 50: con lubricación con bomba exterior, tapa especial, cigüeñal de Ford B. Finalmente, otro amigo nos regaló la carrocería que llevaba décadas durmiendo arriba de un techo.
Hoy, todo armadito, funcionando, es la felicidad de sus dos dueños. Nos gusta así, como la ven. La Bautizamos «La Pipistrela», que en el diccionario lunfardo, significa «mujer ordinaria, rústica, grosera».
Alejandro Bartolomé y Charly Walmsley
Fotos: Diego Speratti
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