Una vez en el Museo del Oro de Bogotá leí una frase que decía algo como que “en las sociedades indígenas precolombinas hombres, animales y plantas coexistían con iguales derechos y se respetaban los unos a los otros.”
Claramente este noble concepto se fue desdibujando con los siglos hasta nuestros días… De haber sido como en esos tiempos, la bala que ayer terminó con el aire de nuestro querido amigo hubiera sido juzgada con otra mirada.
Saludamos a Beethoven en su viaje y abrazamos a Diego, alma mimética de ese espíritu que anidado en el cuerpo de este adorable animal vivió en la ciudad de Colonia hasta esta madrugada.
La foto es del viernes pasado. Última imagen de un ser irrepetible.
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