¿Por qué en Turín?

4/Ene/2010

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Cuando en la lenta y bien regada sobremesa de domingo se instala el debate entre los varones, el automóvil parece ser uno de los principales temas a tratar. Potencia, velocidad, equipamiento, y sobre todas las cosas, se habla de diseño. Una vez en Italia, mientras el peluquero me remataba la patilla, escuché una frase maravillosa: «Este país tiene 57 millones de técnicos de fútbol y otros tantos diseñadores de autos…».

Volviendo a la sobremesa, y siempre en la furia del debate, aparece la frase mágica: «…y claro, lo hizo un carrocero italiano». Para hablar del diseño italiano, primero habría que manipular la máquina del tiempo y zambullirse en un viaje a través de siglos de tradición entre la Serenissima, la Florencia de los Medici, Carlomagno, hasta los romanos, y de allí directamente hasta los griegos (obviamente). Es que el arte de occidente nace allí, y evoluciona en la península itálica, en donde encuentra celosos custodios del patrón de belleza y proporciones creado en la Tierra de los filósofos.

Románico, medieval, renacentista, barroco, rococó, neoclásico… Italia es un museo a cielo abierto. Alberga un tercio del patrimonio artístico de occidente, y eso se vive en cada detalle de la vida cotidiana: la elegancia para vestirse, la mesura en los modales, sus bares y restaurantes siempre coquetos, aunque también austeros y mesurados en la presentación. Todo está servido para que, a la hora de crear, el entorno sea la nota de inspiración perfecta para inventar objetos que se mimeticen con la belleza y el equilibrio que transmite el ambiente.

El lector podría entonces preguntarse porque los diseñadores de autos y los grandes carroceros están en Turín, una ciudad muy elegante sí, pero que no se compara en estirpe con Florencia, Roma, o Venecia, por ejemplo. Sucede que Italia como estructura es un país que resultó de la unión de muchos reinos y regiones separados, que gracias a los ideales y buenos oficios de gente como Don Giuseppe Garibaldi, en 1861 decidieron unirse. El reino más importante entre los que se unieron, fue el de los Saboya y abarcaba los que hoy es el noroeste de Italia, más Córcega, Cerdeña y parte del sur de Francia.

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Económica y políticamente, Saboya fue siempre dominante y prueba de ello es que la primera capital de la nueva Italia unida fue Turín. Allí residía el rey Vittorio Emanuelle, junto a su corte (no de bigote, que merecería una nota aparte, sino de cortesanos…), además de una abultada clase alta compuesta por nobles y prósperos comerciantes.
En ese ámbito, la casa real, como todo estructura pública, necesitaba para su transporte muchos carruajes, además de una muy cuidada manutención de los mismos. Es así como a la sombra de la corte florecen, entre tantos otros proveedores del estado, los CARROCEROS (carrozzieri), término que hoy remite a las carrocerías de autos, pero que en realidad refiere a quienes antiguamente construían las carrozas.

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Este arte se instala en la ciudad y se transmite a través de generaciones durante siglos, hasta que un buen día, el progreso impone que a la carroza se le quiten los caballos, y se le agregue un motor a explosión. Por eso cuando los grandes empresarios de inicio del siglo XX deciden invertir en el automóvil, sin pensarlo lo hacen en Turín, ya que allí existía un know how centenario sobre el tema. Giovanni Agnelli funda la Fabbrica Italiana Automobili Torino (FIAT), Don Vincenzo Lancia (ex piloto Fiat) funda su propia empresa, la Lancia Automobili, y otro tantos ya desaparecidos fabricantes se instalan en la ciudad al pie de los Alpes para emprender su aventura comercial. A mediados de la década del ’10 había veintinueve fábricas de automóviles en la ciudad de Turín, las cuales fueron lentamente desapareciendo, o bien engullidas por las fauces de la siempre hambrienta «Mamma Fiat«.

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Con el transcurrir del siglo XX, los carrozzieri fueron perfeccionando el arte ultracentenario que habían heredado de sus ancestros y lo volcaron al servicio del automóvil, que de objeto raro y de moda, se fue transformando en una de las mayores industrias de la era contemporánea.

Nos pareció interesante la historia y queríamos compartirla con ustedes. Vaya entonces un relajado paréntesis histórico para comenzar este promisorio 2010 con algo distinto en RETROVISIONES. ¡Buen año para todos!

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