Crewe, Inglaterra 1952. Los orgullosos operarios (o mejor dicho, artesanos) de Rolls-Royce no podrían imaginar que el chasis número LALW 29 que acaban de ensamblar haría historia tan lejos de allí. Nacía entonces un Silver Wraith diferente a los otros: el chasis fue vestido con una carrocería Mulliner cabriolet de cuatro puertas y enviado para Brasil.
Desde entonces, el imponente automóvil ha sido un fiel servidor público, indiferente a la ideología de quien esté en el poder. De Getúlio a Bolsonaro, el Silver Wraith transportó a todos los presidentes de la República, en el marco solemne de las asunciones y desfiles oficiales. Llevó también a jefes de estado extranjeros como la Reina Isabel II (que no le entregó el vehículo como obsequio a Brasil, más allá de la creencia popular), Charles de Gaulle y Dwight Eisenhower.
Frente a frente, el Silver Wraith negro tiene una presencia que impresiona. Es enorme e irradia clase en cada curva de su carrocería. Hasta los años cincuenta, la Rolls-Royce producía sólo los chasis y la mecánica, dejando la construcción de las carrocerías a empresas independientes, en este caso a H.J. Mulliner.
Todo el interior está forrado en cuero marrón y brillantes paneles de raíz de nogal. Quien viaja en el asiento trasero dispone de 75 centímetros para estirar las piernas. Se es necesario llevar más gente, basta elevar los transportines. Los pasajeros que viajan atrás también tienen un pequeño panel que cuenta con un velocímetro y un reloj.
En la parte delantera, separado por una división, va el chofer. Desde allí, él puede controlar la apertura eléctrica de la capota, una operación silenciosa que demandada apenas diez segundos. Se respira calidad, pero no hay elementos como aire acondicionado o vidrios eléctricos en las puertas.
El Silver Wraith fue el primer Rolls-Royce lanzado después de la Segunda Guerra Mundial, siendo equipado con la mecánica del Bentley Mark IV. El motor, de 4,5 litros, es simple: seis cilindros en línea, con las válvulas de admisión en la culata y las de escape en el block. Por más iconoclasta que parezca la comparación, la palanca de cambios de cuatro marchas, en la columna de dirección, recuerda a la de la Rural-Willys (la Estanciera de IKA).
El motor arranca de inmediato y es absolutamente sereno. Salir a pasear en el Rolls-Royce presidencial llega a ser emocionante. Este bicho se desliza suavemente, con una marcha casi imperceptible.
Sú única restauración criteriosa tuvo lugar en el año 2001, en el taller R&E, en San Pablo. El auto tenía la pintura agrietada, las maderas resquebrajadas y los tapizados indignos. Eran las señales de algunas reformas hechas sin compasión alguna. El trabajo fue pagado por la fábrica de turbinas Rolls-Royce (que desde mucho tiempo atrás ya no tiene nada que ver con la homónima marca de automóviles). Fue una delicada recuperación estética que, en la época, costó 80 mil reales (21.300 dólares).
Desde ese momento, el carro sirvió a Fernando Henrique Cardoso, Lula Da Silva y Dilma Rouseff. Únicamente Michel Temer no agarró viaje… Encontró más prudente andar en un Chevrolet Omega blindado en los tradicionales desfiles del 7 de Septiembre.
Aún le hace falta un repaso a la mecánica. El odómetro marca 30.000 km, pero quienes conocen el auto en su intimidad dicen que ya debe andar por los 130.000 km. Pero un Rolls-Royce es un Rolls-Royce: tratado con cariño, podría prestar buenos servicios por otros 67 años.
Toda la historia de la importación del Rolls-Royce presidencial fue guardada en dos carpetas y en la memoria de Gastão da Veiga Filho. A comienzos de los años cincuenta, «Don Gastón» era el dueño de Bramocar, representante de las marcas inglesas Morris, MG, Riley y Wolseley. También era agente de Rolls-Royce y de Bentley.
En agosto de 1951, la Presidencia de la República llamó a hacer propuestas para encargar dos autos que debían reemplazar a los viejos Lincoln 1935 utilizados en ceremonias oficiales. El pedido era por un convertible y una limousine cerrada. Ambos deberían ser negros, con estribos y paragolpes reforzados para llevar a los hombres de la guardia personal de Getúlio Vargas.
En el llamado entraron GM (con su marca Cadillac), Ford (con sus Lincoln) y Bramocar, representando a Rolls-Royce. La marca inglesa hizo la mejor propuesta y, en febrero de 1952, el mayor Ene Gracez dos Reis, jefe de personal de la Presidencia, autorizó la importación.
Rolls-Royce llegó a mandar muestras para elegir el material de la capota y el tipo de cuero de los tapizados.
El gobierno se comprometía a comprar dos Rolls-Royce, pero pedía que presenten al menos cuatro, para hacer una selección. A mediados de 1953, cuatro Silver Wraith, todos con carrocerías Mulliner, llegaron a Brasil.
En la factura del convertible (chasis LALW 29), cuidadosamente conservada por Gastão, estaba descripto el equipamiento del auto: apoyabrazos hueco, donde iba guardado un cepillo para la ropa y un espejo, velocímetro en la parte trasera, soportes de banderas y chasis reforzado.
El automóvil fue vendido por 413.348 cruzeiros (la moneda brasilera en la época). Era el precio de un departamento de dos ambientes en el coqueto barrio de Botafogo. Como referencia, un Chevrolet de cuatro puertas (en aquella época, el automóvil más común de ver en la calle) se vendía por alrededor de 180.000 cruzeiros.
La limousine cerrada, chasis LALW 27, fue vendida por 322.660 cruzeiros. «Los dos salieron a precio de fábrica, y apenas me gané una comisión de la propia Rolls-Royce», afirmaba Gastão en una entrevista.
El importador contó que la limusina cerrada fue pagada por un grupo de empresarios liderado por Euvaldo Lodi (que era diputado y presidente de la Confederación Nacional de la Industria) y registrada a nombre de Getúlio Vargas.
Después del suicido de Vargas, en agosto de 1954, la familia del presidente vendió el auto cerrado al empresario Victor Costa, dueño de emisoras de radio en la época.
Con Gastão, quedaron los dos Rolls-Royce Silver Wraith con carrocería Mulliner restantes, sin los estribos reforzados. Luego fueron vendidos por 590 mil cruzeiros cada uno. El banquero Ricardo Jafet compró uno (LWSG 53) y se lo obsequió a su suegra, Maria Maluf. El otro (LSWG 74), pintado en tonos plateados, se quedó en el seno de la familia Peixoto de Castro.
Fotos: Marco Antonio Teixeira/Agencia O Globo y Archivo O Globo
FICHA TÉCNICA
Rolls-Royce Silver Wraith
PRECIO: El auto de Presidencia fue asegurado en 400.000 dólares
ORIGEN: Inglaterra
MOTOR: Seis cilindros en línea, con culata en F, un carburador Zenith de cuerpo simple, 4.566 cc, potencia máxima 120 CV.
TRANSMISIÓN: Tracción trasera, con caja manual de cuatro marchas.
FRENOS: A tambor en las cuatro ruedas, con servo
NEUMÁTICOS: 7.50 x 16 pulgadas
ENTRE EJES: 3,37 metros
PESO: 1.900 kilos
PRESTACIONES: Velocidad máxima de 150 km/h. Aceleración 0 a 100 km/h: 17 segundos.