La marca —para algunos “drogados” por el culto a la motocicleta— trascendió a través de la rara fascinación (tan rara como él mismo) que Lawrence de Arabia sentía por sus refinados modelos. Motivado, quizá, por su estrecha amistad con George Brough, le patron.
Quien vio en su momento aquella superproducción cinematográfica dedicada a la vida de Sir Lawrence recordará que, al comenzar los títulos, estaban sobreimpresos teniendo como fondo una larga escena en la que el muy británico coronel dedica trapos y líquidos para lustrar hasta la exageración una impecable y elegante Brough Superior. Aquella (en la vida real) era la sexta “máquina” de marca que pasaba por las manos de Lawrence. Y sería la última. Pocos minutos después de aquellos lustres se encontraría de frente sobre una loma con un imprevisible inglés transitando de contramano y, de golpe, con una aún más imprevisible muerte en la serenidad de la campiña inglesa. Su sexta Brough lo llevó a la muerte…
Otros tendrán a la marca en la memoria como consecuencia de un artículo aparecido hace muchísimos años en la revista The Motor Cycle, donde un periodista la bautizó como “el Rolls-Royce de las motocicletas”. Un orgulloso galardón que George Brough —ni lerdo ni perezoso— no tardó en adoptar como eslogan propio. Y que por las óptimas características de elevado refinamiento de sus productos fue visto con benevolencia y hasta cierto agrado por los jerarcas de la gran firma automovilística.
De manera quizá más profana (pero nuestra), los cultores telúricos de las dos ruedas memorizan que a nuestro país bajaron poco menos que masivamente una gran cantidad de estos modelos por encargo del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Dicen que por aquel entonces la gobernación contaba con acaudaladas arcas y quiso que la policía tuviera “la mejor moto del mundo”. Un acertado asesor sugirió la marca Brough. Y hacia Inglaterra partió un encargo por cuarenta motos. Pedido que fue recibido con algo de incomprensión, por cuanto la fábrica no tenía la suficiente capacidad de producción como para entregar tal número de máquinas. Apenas se limitaron a enviar algo menos de diez. Pero un hecho ajeno a la calidad de estas motos (resultaron óptimas y, como dato anecdótico, participaron en la inauguración de la ruta pavimentada a Mar del Plata) señaló el triste camino a su muerte y destrucción. Esta historia de la desaparición de las Brough policiales fue atribuida por aquellos que estuvieron relacionados con el tema en ese tiempo a grandes intereses creados: el importador —o representante— de las motos norteamericanas Indian luchaba por proveer a la provincia de sus productos. Que por otra parte eran mucho más modernas y resplandecientes que las ya antiguas Brough. Esa fue su condena. Motivados por la posibilidad de una renovación de stock, las motos fueron descuidadas y a veces hasta saboteadas. Así se destruyeron y así también llegaron las Indian…
Lo curioso es que se recuerda más a Brough por los hechos anecdóticos que por su rica historia. Claro que esta es muy poco conocida en estas latitudes para cualquiera. Aunque sus casi 3.000 motos fabricadas se destacan en la gran enciclopedia del motociclismo por su legendaria calidad —casi artesanal— de manufactura. Y aún más por sus exitosos logros deportivos. Hechos que en los días de la Brough-Superior despertaron una profunda admiración por George Brough, su creador. Más allá del hecho de que en el año 1928 Brough mismo se convirtió en el hombre más veloz de la Tierra sobre dos ruedas, cuando recorrió el kilómetro en la recta de Arpajon (Francia) a 209,4 km/h. Lo que no era una novedad para la marca: durante toda la década del 20 (y se continuó en los años 30) consiguió tres veces el récord mundial de velocidad y monopolizó casi a perpetuidad los récords de Brooklands para motos solas y con sidecar.
Quizá por algunas de todas estas razones los Bentley Boys, todos los integrantes del equipo Bentley de carrera (tantas veces ganadores de las 24 Horas de Le Mans), se movilizaban exclusivamente —cuando no en auto— en motos Brough Superior.
George Brough mismo comenzó a correr (fue su primera intervención en 1906.) Era el hijo menor de W. E. Brough, un ingeniero de la vieja escuela, quien se estableció como ingeniero automotriz antes de empezar este siglo, produciendo su primer coche, impulsado por un motor De Dion de 3½ HP y transmisión a poleas, en 1899. Simultáneamente construyó un triciclo a motor para dedicarse, poco después y finalmente, a las motocicletas.
Así, la Brough Superior fue un desarrollo —ni más ni menos— de la Brough. Esta marca se inició en 1902 y no incluía ninguna novedad destacable, si no que apelaba a los lineamientos convencionales para la época. La Brough Superior comenzó su vida al iniciarse la década del 20 y se produjo paralelamente a su antecesora paterna, hasta que la marca de su padre desapareció definitivamente en 1926.
Todas las Brough Superior, desde sus principios, fueron máquinas multicilíndricas, con motores de dos y cuatro cilindros y con la cilindrada que fue variando desde los 500 cc hasta los 1.300 cc. Pero el modelo más destacado de todos ha sido el de dos cilindros en “V” de 1.000 cc. Suplementando estos modelos, existió toda una variedad de impresionantes Special impulsados por toda suerte de motores de 4 cilindros.
Los dos modelos más conocidos —sobre todo— fueron el SS 80 y el SS 100. El prototipo del SS 80 apareció por primera vez en una carrera de 1922. Básicamente era una máquina superdeportiva construida teniendo como referencia el ideal al que su constructor quería llegar, con un motor J.A.P. de dos cilindros en “V” y válvulas laterales hecho especialmente para las Brough Superior y un lindísimo y particular tanque de nafta todo niquelado. Se vendía con una garantía de 80 millas de velocidad máxima (128,8 km/h), de allí la denominación SS 80.
En 1925 fue creada una nueva Brough Superior con características aún más deportivas y actualizadas para el entusiasta motociclista: la SS 100. Que estaba impulsada por el novísimo J.A.P., la última palabra en motores: un 900 cc, dos cilindros en “V” con válvulas a la cabeza, capaz de alcanzar —con garantía— las 100 millas por hora (161 km/h), de donde recogió también la denominación. Esta traía un pequeño parabrisas recto sobre el manubrio muy similar a los que para entonces y hasta los primeros años de posguerra tenían los monopostos de carrera y algunos coches sport.
En 1932, siguiendo su tradición, George Brough se permitió presentar un modelo que realmente fue la última palabra en motos de lujo. Estaba construida en base a un motor especial de Austin Seven (el difundido automóvil inglés) de 800 cc (58 × 76 mm) levemente aumentados y conservando la refrigeración por agua. La caja de velocidades seguía la práctica automovilística y la transmisión final la efectuaba un cardán a un par de ruedas traseras gemelas. La parte de atrás del cuadro era ingenioso y tremendamente rígido. Las ruedas traseras recibían al cardán por medio de una caja de fundición con dos agarraderas (anillos), uno superior y otro inferior, y a través de ellos pasaban los largueros horizontales del cuadro sujetados por bulones. Una de las ruedas traseras llevaba el freno de gran diámetro (19,60 cm), y las características de catálogo incluían la tapa de cilindros de aluminio y arranque eléctrico.
La última Brough Superior de 4 cilindros fue presentada en la exhibición de Earl’s Court (Londres) en 1937. Como sus antecesoras, era única: George Brough denominó The Dream (“El Sueño”) a esa moto de luxe con motor de 1.000 cc, válvulas a la cabeza, construido en una sola pieza con la caja de velocidades y todo el conjunto dispuesto transversalmente.
La moto del señor Juan Carlos Suárez —la que hoy presentamos en CORSA— apareció años atrás en San Isidro (Buenos Aires) y pertenecía —como tanta otras leyendas mecánicas— a la viuda de un gentleman deportivo. El hallazgo, sobre todo para un enloquecido por las motos como es su actual propietario, fue emocionante. Porque no se trataba solamente de una Brough Superior, si no que además es una de las pocas Black Alpine que quedan en el mundo.
Este modelo desciende cronológicamente de la SS 100, aunque salió de fábrica en el año 1939. El motor J.A.P. tiene, como la SS 100, válvulas a la cabeza y todo el “tratamiento” especial que le hacía la fábrica a los motores de esa marca. La Black Alpine, a diferencia de su antecesora, tenía entre otras mejoras dos carburadores Amal construidos especialmente por esa firma para las Brough Superior. El motor tiene los dos mismos cilindros en “V” a 50° de 990 cc de cilindrada, con la caja de velocidades de cuatro marchas sincronizadas y suspensión trasera. Resulta curioso el hecho de que, por tratarse de un modelo especial para competición, tiene válvulas a la cabeza, mientras que la última moto que presentó Brough en 1938 tenía las mismas características que esta (aun la suspensión trasera), pero válvulas laterales.
A nuestro país la trajo Juan Cruz, un corredor local, quien también participó en nuestro país con la única H.R.D. Black Lightning (“Rayo Negro”) que entró al puerto de Buenos Aires.
Desde entonces hasta la moto restaurada, pasando por la viuda depositaria, hay que sufrir pensando en los cinco largos años de restauración que demandó tremendo aparato. “El mismo tiempo y casi la misma plata que hubiera requerido la restauración de un buen automóvil antiguo”, nos dijo su fanatizado dueño. Amén de la impagable colaboración de un gran conocedor y amante de las motos como es Guillermo Yur, factótum de la restauración.
Fotos: Archivo Speratti
“Desde este plano de tres cuartos delantero aparece con toda su inocultable potencia y pura máquina. Notar cómo sobresale lateralmente el tanque de nafta por su tamaño. Notar el protector de aluminio de los elementos eléctricos en la parte inferior del frente del motor.”
“Una belleza de máquina realmente impactante. A pesar de su enorme tamaño, es perfectamente armónica. En la restauración se hicieron concesiones a la seguridad (frenos más grandes) y a la comodidad: el manubrio es más grande y de distinta forma respecto al original. Lo mismo que el asiento. Observar asimismo la diferencia ―original― en el diámetro de las ruedas.”
““At speed”, a medio motor y respondiendo al acelerador como en sus años más jóvenes.”
Mirando el motor en detalle se pueden observar las tapas de cilindros de válvulas a la cabeza con el logotipo de manufactura Brough-Superior sobre la base del J.A.P., la original salida de escapes y la gran palanca de cambios con un recorrido muy largo para enganchar los cuatro cambios sincronizados.”
El dueño disfrutando a “Lady Tini” como merecida recompensa luego de largos años de restauración de la mano de Guillermo Yur, ese gran conocedor del tema y la mecánica.”
“Tanque de nafta original con sus dos bocas de carga y tapas de época.”
“Sobre el cilindro se destacan los resortes de válvulas externos “alfiler de gancho”.
Notas del Editor
Esta nota fue originalmente publicado en abril de 1976 en la sección “Viven Aquí” de la edición Nº 515 de Parabrisas Corsa. Las fotos están firmadas por Armando Rivas.
Este artículo integra el Volumen 2 del libro “Viven Aquí”, que reúne los artículos publicados por Enrique Sánchez Ortega en esta recordada sección de la revista Corsa.
Los dos tomos de “Viven Aquí” estarán a la venta en el stand del boulevard central de Autoclásica 2014, en el hipódromo de San Isidro.
Brough Superior será la marca homenajeada en el sector de motos de la edición 2014 de Autoclásica, a celebrarse entre el 10 y el 13 de octubre.
Toda la información referente a los libros “Viven Aquí” se puede encontrar en: www.vivenaqui.com.ar
No dejen de visitar el facebook de “Viven Aquí”, con muchísimo material de la época: www.facebook.com/vivenaqui
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