La tarde lluviosa y desapacible me recordó esos domingos en blanco y negro cuando era chico. El día de descanso arrancaba temprano sintonizando Canal 7, y en el diario leíamos con mi Viejo los pormenores de la clasificación del día anterior. Ya a la tarde no se escuchaba el fútbol (no nos interesaba), y el sol se ponía rápido; anunciando que al otro día había que ir a la escuela. Algunos de esos domingos fueron de gloria; fueron aquellos días en los cuales al Lole le salían todas. Fueron doce victorias con puntaje, y otras dos más que valieron igual, aunque no sumaran.
Revivimos en esta tarde/noche otoñal junto a Lao Iacona y a Gabriel de Meurville, en el Museo del Automóvil, los días en los que Carlos Reutemann cruzó la línea de meta en primer lugar en sus más de diez años que pasó en la «Máxima». En su trascendente trayectoria peleó campeonatos, fue un as de las pistas con los mejores autos que había entonces, tuvo enfrente y derrotó a tipos fuera de serie que hicieron más grande a la categoría, y estuvo muy cerca también en aquellas jornadas negras, en las que la parca se llevó a diecisiete pilotos que fueron sus rivales. Pasó indemne, fue subcampeón, es un grande entre los grandes. El detrás de escena de esos días donde se gestaban las victorias; referencias a los autos, motores, y a los directores de equipos donde corría; anécdotas y recuerdos actuales de quienes fueron sus compañeros de batalla, en aquella lejana y legendaria Fórmula Uno. En más de dos horas de recorrido, estos dos finos y respetuosos conferencistas nos hicieron aplaudir de nuevo, como si las imágenes llegaran en vivo desde las remotas pistas. Festejamos el sorpasso a Lauda en Brands Hatch 1978, nos emocionamos con el relato de Héctor Acosta en Mónaco 1980, y volvimos a sonreír y a aplaudir esa lluviosa Jacarepaguá 1981, cuando el desobediente Carlos hizo llegar primero a su Williams.
Reutemann ha cumplido 75 años hace poco y está en fase de recuperación, después que un inconveniente en su salud lo mantuvo alejado largo tiempo del Senado y de su Argentina; pero en esta conferencia en la casa de Luís Spadafora, a nuestro modo tuvimos muy presente al hombre que hace cuarenta años nos hacía soñar, y nos hizo decidir que este mundo de los automóviles de competición merecía ser vivido.
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