Sir Herbert Austin (ahora Lord) tuvo la atrevida idea de diseñar un auto pequeño, económico y popular con el que rompió con la habitual línea de modelos con cierto aire ostentoso que venían construyéndose históricamente en su fábrica. Tal vez haya sido una conjugación de varios factores. Obviamente el fenómeno popular del Ford T de Estados Unidos debe de haber sido el puntapié inicial, pero el simpático Peugeot Quadrilette en Francia, con sus proporciones diminutas, pero armoniosas a su vez, también puede haber resultado una gran inspiración.
Los directivos de la empresa se opusieron firmemente al delirio de Herbert y así fue que decidió encarar el proyecto como un emprendimiento personal. Para contribuir aún más a su idea loca decidió contratar a Stanley Edge, un joven dibujante de 18 años que trabajaba en una de las divisiones de diseño de la fábrica. En la propia casa de Austin improvisaron un estudio y comenzaron a delinear los primeros bocetos del “Baby” Austin. El famoso chasis con forma de “A” aparentemente se inspiraba en el de un camión y la primera idea sobre el motor era que sea bicilíndrico horizontal y refrigerado a aire, evidente continuando el camino ya recorrido por Rover 8. Por alguna razón esta idea no prosperó y así nació el conocidísimo cuatro cilindros de 750 cc, refrigerado a agua, que prácticamente se podría considerar la mínima expresión del concepto de motorización.Esta austeridad en todo concepto del modelo hizo que fuera un auto muy económico que apuntaba al trabajador asalariado, por eso el valor del autito rondaba la cifra de un sueldo básico y el primer modelo, el Chummy, estaba pensado para alojar una familia tipo, una pareja adelante y dos niños atrás. Esta fórmula hizo que el auto inmediatamente fuera un éxito comercial y conceptual por muchos años. Esta idea luego fue replicada por otras casas automotrices y como ya muchos saben esta fue la base mecánica para múltiples futuras marcas que se basaron en este modelo, como BMW, Rosengart, Jaguar, Lotus, McLaren, Datsun, Bantam en EE.UU. y alguna que otro más sin tanta trascendencia.
A la par de los primeros años de vida del Austin 7, en el año 1925 el escritor y aventurero suizo Aimé F. Tschiffely comenzó una de las epopeyas más famosas de su época, recorriendo a caballo el camino desde Buenos Aires hasta Nueva York, travesía que le demandó algo más de tres años. Un tiempo después la aventura fue plasmada en el recordado libro “Mancha y Gato”, por los dos caballos criollos que lo acompañaron en prácticamente todo el recorrido.Cuando este libro fue publicado se lo regalaron a un pobre niño inglés que se encontraba muy enfermo. El médico le había recomendado reposo en cama por tiempo indeterminado. El nombre de este niño era John Coleman y aquella lectura le cambió la vida para siempre. Fue tal la fascinación por esta aventura que en su habitación tenía colgadas algunas fotos de Don Aimé y los caballos en diferentes puntos del recorrido. Nunca dejó de observarlas con admiración.
Pasaron los años y el joven John se transformó en un profesor de filosofía de Oxford y por alguna razón, que desconocemos o no recordamos, siendo un treintañero maduro, en 1959 decidió comprar un viejo Austin Seven Chummy de 1925 (del mismo año de la travesía) y lanzarse a repetir el mismo recorrido de Mancha y Gato. Sólo había dos inconvenientes, no sabía ni una palabra de castellano y tampoco nada de mecánica. Pero evidentemente estos fueron detalles menores porque el objetivo fue cumplido.
Al poco tiempo, como lo hiciera su antecesor, escribió un libro con la crónica del viaje llamado “Coleman´s Drive”, que en el ambiente de los fanáticos de los Austin Seven es como parte de su evangelio. Fueron pasando las décadas y este libro también sirvió de inspiración para muchos otros aventureros del modelo que repitieron hazañas similares en África, Asia y otros continentes.Pero fue en 2005 que uno de estos aventureros, Vince Leek, un señor inglés que se especializó toda su vida en la preparación de A7 de competición, decidió juntar a un grupo de entusiastas del modelo repartidos en seis autos y repetir parte del recorrido que hizo Mr. Coleman. Desde Buenos Aires hasta Valparaíso en Chile cruzando la Cordillera de los Andes (recordemos que los modelos de Seven más antiguos prácticamente no tienen frenos de fábrica). Leek diseñó unas cajas de velocidades especiales con unas relaciones únicas pensadas para este cruce, tanto para subir como para bajar. Hoy en el ambiente a estas cajas se las conoce como las “Andes gearbox”. Luego fueron hasta La Serena siguiendo el recorrido de Coleman y desde ahí se desviaban del recorrido original para nuevamente cruzar la cordillera hasta La Rioja, Córdoba, Rosario y al punto de partida en la Capital ya para regresar de vuelta al Reino Unido.
Como no podía faltar, algún tiempo después, Mr. Leek escribió un libro sobre este viaje y también sirvió de inspiración para otro que hicieron algunos de los mismos protagonistas en 2009, con cuatro Austin Seven, desde Buenos Aires hasta Ushuaia yendo por la Ruta 3 y volviendo por la Ruta 40, que en ese entonces todavía tenía cientos de kilómetros de ripio. Ese viaje no resultó como se esperaba y no tuvo buenos resultados, tanto para los autos, los físicos y las relaciones entre los participantes.Aun así, uno de aquellos aventureros, Jack Peppiatt, quedó con la llama del entusiasmo encendida y tuvo una idea que seguramente más de alguno del ambiente “austinsevenístico” tuvo pero nunca se atrevió a cumplir, ¿por qué no repetir el mismo recorrido de Tschiffely y de Coleman? Entonces para sacarse la duda de si hacerlo o no, lo fue a ver al mismísimo John Coleman que ni bien se lo consultó ni dudó en convencerlo que lo hiciera. Y así fue. En 2013, Jack Peppiatt junto a un equipo con tres autos partieron desde Buenos Aires siguiendo exactamente los mismos puntos que tocó Coleman en 1959 hasta llegar a New York. Un día antes de su partida visitaron la sede del Club de Automóviles Clásicos en San Isidro, donde algunos socios compartieron un almuerzo con el grupo de viajeros.
En 2015, Peppiatt donó la placa conmemorativa que tuvo puesta su auto de punta a punta y con la que se realizó un cuadro de recuerdo que el club tiene guardado en algún lado (recordemos que en el CAC hay un cuadro de una nota que escribió el propio John Coleman al que en ese entonces se podría considerar al antecesor del club, el Vintage Car Club de Argentina, y que el deseo de Peppiatt era que su placa se colgara junto a la de Coleman).
En años posteriores este grupo de entusiastas de las aventuras en Austin Seven realizaron diversos viajes por muchos lugares del mundo. Cuando comenzaron los preparativos para el centenario del modelo, la misma organización, o un anexo de ella, comenzaron a organizar el “Centenary Europe Tour” que originalmente iba a ser un extenso y multitudinario rally, obviamente exclusivo para Austin, por Inglaterra, Francia y Alemania.
Fotos: Santiago Sánchez Ortega, Archivo General de la Nación
(Esta es la primera de una serie de notas donde el autor aborda los festejos por los 100 años del Austin Seven, celebrados en el año 2022)VadeRetro recomienda las siguientes notas relacionadas:
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