La organización del encuentro por el centenario del Austin 7 comenzó en el año 2020, en plena crisis mundial a raíz del Covid19. Las incertidumbres por la falta de previsión lo transformaban en un proyecto casi imposible. Pero gracias a la tenacidad de los organizadores y de todos los entusiastas que no bajaron los brazos, el emprendimiento siguió en pie y finalmente se pudo concretar.
A partir de 2021 se abrieron las inscripciones y el número de anotados creció a niveles inimaginables. Cerca de la fecha de cierre de inscripción se calculaba que para el día principal del evento podían a llegar a asistir aproximadamente 2 mil Austin 7, calculando los improvisados de último momento, y contando todos los modelos originales y sus derivados artesanales, como los “specials”, sport, de carrera o lo que a la indescifrable mente británica se le pudiera ocurrir inventar.
El encuentro se programó para que el 19 de julio de 2022 fuera el primer día de actividad y tomó al sábado 23 como jornada principal de concentración. El domingo sería el día de desconcentración y finalización oficial del centenario. Consistía principalmente en encontrarse en los parques de la Escuela de Bomberos de Moreton-in-Marsh y, en el caso que uno lo deseara, realizar paseos en los autitos por los alrededores de los Cotswolds.La del miércoles 20 fue la jornada más interesante, ya que se organizó como actividad opcional una trepada en el histórico Prescott Hill, la sede oficial de Bugatti Owners Club, donde desde hace décadas se realiza la tradicional “hillclimb”. El evento en sí era una exhibición estática en el predio con la posibilidad de hacer la trepada, ya sea a nivel individual no competitiva para demostrar las habilidades conductivas y de desempeño del auto, o simplemente se podía hacer una caravana en tándem a nivel simbólico a lo largo de toda la colina. El sábado fue un día meteorológicamente muy agradable lo cual ayudó muchísimo y el predio se completó.
Al contrario de lo que sucedió en «Los Picos Tour», en el encuentro sí pude participar con mi auto, que fue el que llegó desde más lejos (un australiano iba a ser de la partida, pero al final no apareció, dejándome ese privilegio). El primer día, de los cuatro que duraba el evento, no alcanzó el tiempo para ir, así que fui directamente el segundo día en Prescott, donde pude hacer la trepada representando al Club de Automóviles Clásicos y, de yapa, a Argentina.
Ese día fui bastante estresante. Por las dudas, habíamos decidido llevar al Austin en trailer. Había probado el auto, no lo suficiente, pero estaba todo más o menos acomodado como para ir. Estaba casi sin frenos apenas… pero eso era un detalle menor; el motor, que era lo se había hecho nuevo, andaba diez puntos. Ni bien lo bajamos del tráiler en Prescott no hubo manera que arrancara. Lo empujamos a mano, lo cinchamos con un auto durante cientos de metros y no había caso. Yo estaba que explotaba de la furia porque supuestamente el auto debió haber estado listo y perfecto para ese evento y por una serie de cuestiones muy largas de explicar y ajenas a mí no estuvo listo. ¡Y encima ni siquiera arrancaba! Llamamos al mecánico que había armado el motor, que sabíamos que estaba ahí, y le pedimos que se acercara, pero para llegar iba a tardar mucho y no se justificaba. Así que con una gran amargura y tristeza me resigné y dejé el auto estacionado por lo menos para exhibirlo. Cuando llegó mi turno para hacer la trepada, Jack Pepiatt me propuso probar de arrancarlo una vez más. Sin ningún tipo de esperanza apreté el botón de arranque y el motor encendió como si nunca hubiera pasado nada. La maldad de los objetos inanimados….Así que nos montamos con Fima (además fuimos los dos vestidos de época como solicitaban los organizadores) y pudimos hacer la trepada simbólica, que en mi caso particular fue muy emocionante, por todo lo que significa ese lugar por historias personales y por poder hacerlo con mi Austin Seven, que es el auto que más afecto le tuve, le tengo y le tendré en mi vida.
Luego, al final de esa jornada nos fuimos andando con mi hijo Tomy hasta Moreton-in-Marsh para dejarlo expuesto allí el resto de los días. Ese viajecito que duró un poco más de una hora también fue muy estresante. Por la falta de frenos en esas barrancas inglesas me pegué más de un susto importante y cada quince minutos el motor se paraba. Ahí fue que descubrí que el problema estaba en el carburador que se bloqueaba por momentos y no permitía que entrara la nafta. O sea que en cada parada soplaba el tanque y así se llenaba la cuba del carburador, pero tampoco cortaba, así que empezaba a rebalsar. Muy desgastante todo, pero es parte de la rutina de los autos de pre guerra. Llegamos al evento sin problemas y así pude sentirme satisfecho y feliz.
Los autos fueron distribuidos en diferentes displays según su modelo. El sector principal era el de los Chummy (carrocería abierta de cuatro asientos y capota) en sus variedades de todos los años. Le seguía el modelo Saloon (carrocería cerrada de dos puertas) de todos los años también. Luego estaban todos los otros modelos, algunos extraños como los Doctor Coupé o los Opal más modernos de la década los años 30. Y en otros sectores estaban los imponentes Ulster (la versión de competición de fábrica con motor con compresor), los magníficos Speedy con cola de bote o los simpatiquísimos Nippy, que concentran todo el espíritu de un puro sport con el concepto “austero y minimalista” del que ya hablamos. Estos últimos son justamente los últimos modelos de Austin Seven, ya con un evidente desarrollo mecánico.También hubo un sector de los modelos comerciales, los furgoncitos o “chatitas”, que transmitían mucha simpatía por la imagen en sí como también por el estado inmaculado en el cual se encontraban. Y finalmente estaba el sector de los «Specials» donde se podía ver de todo, desde sport muy interesantes, inventos no tan acertados, algunos con carrocerías muy elegantes, tal vez demasiado, y algunos desarrollos muy curiosos de la posguerra hechos a partir de la base de un A7, algo así como los “Etceterinis” italianos sobre base de Topolino.
No se puede tampoco no mencionar a la sección de las casas carroceras que vistieron a varios modelos de Austin 7 como la Swallow, que luego sería la Standard Swallow y Jaguar, las aeronáuticas de Gordon England y la Speedex, un clásico de la década de los años 50, como también varias versiones de carrocerías de fábrica únicas sólo disponibles en el continente australiano.
Como extra a la gran exhibición de modelos se podía encontrar en los salones del edificio central una exposición interior con ejemplares históricos de competición, como el legendario monoposto de Mrs. JoJo o los tremendos monoplazas con motores de doble árbol de levas y compresor. Estos autos, que no fueron más de cuatro en total, tenían un desarrollo tal, tanto de chasis como de mecánica, que estaban a la altura de cualquier Maserati o Alfa Romeo dentro de su categoría de la época. Un absoluto delirio maravilloso. En otros salones se encontraban algunas colecciones privadas, de las más llamativas del Reino Unido por la cantidad de ejemplares históricos y también otro salón con automobilia y registros gráficos de los cien años del modelo. Y por supuesto había un gran sector para el Autojumble, donde se podía encontrar absolutamente todo lo necesario para cualquier modelo de A7 que uno pudiera necesitar y mucho más.Las jornadas, desde el primero hasta el último de los días, terminaban con alguna banda de música en vivo en una gran carpa donde además había una playa con food trucks u otros sectores de “pub trucks”, que duraban hasta más tarde que los anteriores, obviamente, y servían para animar la fiesta que continuaba hasta medianoche. En cada velada le tocaba a un estilo de música diferente. La mayoría de los asistentes estaban alojados en carpas y motorhomes dentro de un gran predio contiguo a este sector de música y comidas. Aunque también había mucho otros que se alojaban a los alrededores de la exposición, creando diariamente un gran enjambre de Austin Seven revoloteando por toda la región a toda hora.
El momento cúlmine de este gran encuentro fue el sábado cuando el presidente de la A7CA dio un discurso de saludo a todos los presentes, que en su mayoría eran locales, aunque también había muchos extranjeros. Allí se entregó la mención al auto que llegó desde más lejos que era el del señor que suscribe, desde la República Argentina. Y luego de los saludos se recordó a Lord Austin y las grandes y maravillosas consecuencias que trajo un simple capricho creativo. Ni bien terminó el discurso un escalofriante Supermarine Spitfire sobrevoló el predio en tres ocasiones y así terminaron con altura estos primeros cien años de Austin Seven.
¡Gracias Herbert!
Fotos: Santiago Sánchez Ortega y Fima Scala
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Me enamoré totalmente de los speedsters.
Los que tenían doble arbol de levas y compresor
seguían con el cigüeñal de dos bancadas ?
Creo que a esos monopostitos con doble árbol lo único que les quedó de A7 es la insignia.
He escuchado por ahí que los motores con solo dos bancadas aguantaban más que los que posteriormente le agregaron una en el medio. Que esos de solo dos llevandolos constantemente arriba en vueltas y logrando una cierta frecuencia resistian más que con la tercera bancada que idefectiblemente terminaba quebrándose.
Gracias Santiago, siempre se aprende algo.
….muchas ganas de tener uno.
Tengo dos en venta…