Desde luego, aún recuerda cada curva recién abordada en la cadena montañosa siciliana de Madonie, desde los amplios curvones hasta las escalofriantes horquillas. En el trayecto hacia Cerda, como a una hora al Este de Palermo, Gijs van Lennep pisa el acelerador. Su destino es un pequeño taller/tienda en el centro histórico de Cefalù, un pueblo que dice ser uno de los más bellos de toda Italia. Por el momento, no obstante, van Lennep sólo tiene ojos para la ruta que se abre ante él. “En muchos puntos, ni siquiera tenían guardrails”, recuerda, mientras volantea vigorosamente en el Porsche 718 Cayman hacia la siguiente curva, cerrada y ciega.
Cientos de miles de espectadores solían alinearse en el recorrido de la Targa Florio, la peligrosa carrera de velocidad y resistencia a través de la campiña montañosa al Norte de Sicilia. Los recuerdos de van Lennep sobre los enfervorizados fanáticos junto a los que pasaba casi rozando en carrera aún están frescos. Ha pasado un tiempo –cuarenta y cinco años, para ser exactos- y ahora tiene setenta y seis. Van Lennep y Herbert Müller ganaron la última Targa Florio puntuable para el Campeonato Mundial de Resistencia en 1973, al volante de un Porsche 911 Carrera RSR. Fueron once vueltas de setenta y dos kilómetros cada una. Aproximadamente novecientas curvas en seis horas y cincuenta y cuatro minutos. No apto para pusilánimes. El arte de ganar la Targa Florio era tan sencillo como potencialmente mortal. “Debías manejar tanto y tan rápidamente como podías en todas las curvas”, dice.Unos pocos kilómetros más adelante en la ruta, Francesco Liberto está en su tienda/taller, en el bulevar marítimo de Cefalù. El hombre a quien todos llaman “Ciccio” acaricia el perfil curvilíneo de un pedazo de papel amarilleado. Líneas que forman la silueta de la planta del pie derecho de van Lennep, que «Ciccio» bosquejó hace muchos años como preparación para suministrar al piloto neerlandés unos botines que se adaptan como una segunda piel; como hizo para tantos otros pilotos famosos. Jacky Ickx, Herbert Linge, Carlos Reutemann, Leo Kinnunen y Gerhard Mitter; a todos les midió el pie «Ciccio», como también al actor Daniel Brühl, que representó a Niki Lauda en la película de «Rush». «Ciccio», ahora con ochenta y dos años, mira al pasado con un toque de nostalgia. Se acuerda de Alain Delon, para quien hizo unos zapatos negros mientras el actor francés trabajaba en la película «El Gatopardo», o su pareja de entonces, Romy Schneider, cuyos pies rechonchos presentaban un reto a sus dotes para formar unas sandalias; o al cantautor italiano Lucio Dalla, un apasionado conductor de Porsche que le encargó zapatos blancos y rojos. Hace unos años, la UNESCO reconoció el trabajo de «Ciccio» como parte del patrimonio cultural mundial.
«Ciccio» se mueve de aquí para allá en su establecimiento, que está tan lleno de cajas de botines y recuerdos de carreras que casi podría ser un museo. Confiesa estar “un poco nervioso”, pues hace ya dos años que no ve a su amigo van Lennep. Las paredes del taller están llenas de fotos con dedicatorias escritas a mano y notas de agradecimiento. Vuelve su mirada a fotos de Ignazio Giunti, Nanni Galli y Vic Elford. Todo empezó con ellos.
Giunti y Galli, que competían para Alfa Romeo, se toparon con «Ciccio» en un restaurante de Cefalù en 1964. Por aquel tiempo, el mundillo de las carreras no estaba tan aislado como hoy de la vida corriente. El joven zapatero quedaba inexorablemente atrapado por la mezcla de coraje, velocidad y tecnología, y en seguida iniciaba una conversación. Ante las porciones de pizza, describía su oficio a los dos pilotos y terminaba volviendo a su taller con un encargo para hacerles calzado especial para las carreras. Debían ser zapatos muy suaves y llevar una suela muy fina. Como el calzado para ballet, no podían llevar puente o tacón, para dar a sus usuarios el mejor tacto del pedal de acelerador. “Los pilotos de competición solían llevar horribles calzados por entonces”, recuerda. Algunos llevaban zapatillas. Otros calzaban robustos zapatos con clavos y suelas gordas, completamente inapropiados para pilotar. «Ciccio» se puso a trabajar y creó el diseño que desde entonces ha atraído a interesados de todo el mundo a su tienda: botines o borceguíes, con cordones y lados pespunteados en llamativos colores, que a menudo corresponden a los de los países de origen de sus usuarios.Con manos hábiles, «Ciccio» corta y cose la flexible piel napa y la suaviza en la horma de zapatero, como siempre ha hecho. El primer par que hizo para Giunti, el piloto que moriría en los 1.000 km de Buenos Aires de 1971, está ahora en el Museo Alemán del Cuero, en Offenbach, donado por el propio piloto. En 1968, Vic Elford ganó la Targa Florio con el calzado de «Ciccio», y siguió encargando otro par cada año. “Los pilotos de competición son supersticiosos”, observa «Ciccio» con una sonrisa. “A partir de entonces todos querían tener mis botitas”.
Su amigo debería llegar en cualquier momento. «Ciccio» escucha atentamente los sonidos que vienen de la calle. “Me gustan los Alfa y Ferrari. Pero los Porsche siempre me han acelerado el pulso”, dice, saliendo deprisa de la tienda cuando van Lennep finalmente aparece con un 718 Cayman Azul Miami con el motor aún ronroneando. La plaza de estacionamiento enfrente del negocio es un poco justa. «Ciccio» pide ayuda a un transeúnte para mover un poco un macetero y hacer sitio al deportivo. Entonces abre sus brazos cuando van Lennep sale del auto: “¡Benvenuto, amigo mío!
“Justo vengo de la Mille Miglia”, dice van Lennep. “Y adivina ¿qué calzado llevaba?” «Ciccio» se ríe. “El mío, por supuesto”, responde. Van Lennep encargó una vez tres pares hechos a medida, con franja naranja y la bandera holandesa en el costado. “Solía encargar los zapatos al inicio de la semana de ensayos, y recogerlos siete días más tarde”, dice. “Y yo debía trabajar día y noche aquella semana”, añade «Ciccio». “Esa era mi carrera antes de la carrera”. “¿Y sigues haciendo calzado?”, pregunta van Lennep, como si no supiera ya la respuesta. “Puedes apostar. El día que lo deje será el día que muera”, responde «Ciccio». ¿Quién podría entender eso mejor que este piloto de carreras que empezó a conducir a la edad de nueve años, ha participado profesionalmente en 250 competencias, y aún se alinea en rallies con un Porsche 356 (a menudo superando a rivales más jóvenes)? La experiencia cuenta, y también las agallas. “Tienes que seguir con ello”, dice «Ciccio», que también sigue adelante en su vida personal.
“Mi esposa y yo celebraremos nuestras bodas de oro el año próximo”, anuncia con orgullo. Van Lennep sonríe y sabe por qué; tampoco se queda atrás en eso. “Nosotros cumplimos cincuenta y un años en octubre”.
Fotos: Prensa Porsche
Publicado originalmente por Porsche en el año 2018
- Festival Car 2024: el “Best of Show” - 06/10/2024
- Goodwood Revival 2024: los buggies abrieron pista - 04/10/2024
- Adiós al diseñador Bruno Sacco - 03/10/2024
0 comentarios