Presentado hace medio siglo, allá por en 1964, este concept car vio la luz por decreto del entonces omnipresente Director General de la marca Pontiac, el mismísimo John De Lorean. Es el primero de una larga serie que culmina bien entrados los ochenta con el último concept car de la saga.
Esta primera versión se distingue por tener un motor de 6 cilindros en línea, con árbol de levas a la cabeza, y que como alguien en la comentada foto de los policías indicó, GM nunca tuvo el coraje de producirlo localmente.
El diseño es a todas luces un adelanto de lo que años más tarde se vería en la generación del Corvette que arranca en 1968, es decir trompa finita e infinita, habitáculo recogido en la zona posterior, y líneas muy tensas en comparación a lo que se estilaba en la época. Esa justa mezcla de tensión y suavidad, que fue la marca registrada de los deportivos del grupo durante las décadas del sesenta y setenta.
La dirigencia del elefante de Detroit no vio con buenos ojos una posible producción del Banshee porque consideraron que podría quitarle ventas al Corvette, y decidieron simplemente hacerlo más grande y cambiarle la marca, alineándolo a la mastodóntica maquinaria de la marca del moño, en detrimento de la genética rabiosa de Pontiac.
Sin dudas estamos ante uno de los concept cars más logrados de la década en términos de proporciones, gusto y equilibrio general. Una perla escondida, que hoy descansa en el garaje de un coleccionista privado como muchos concepts cars de su época ya que «ocupaban demasiado espacio» en los depósitos.
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