Notad caros lectores la alegre y desenfadada interacción de los elementos que componen la tan carismática trompa del vehículo que les mostramos.
Sobrevuela un halo de nobleza exaltado por la presencia de la omnipotente parrisha que desde su horizonte domina las formas, e impone una ecléctica estética al rostro de esta escultura rodante. Las cálidas llamas que ambientan los ojos, apañan y perdonan sus aristas, ofreciéndoles el consuelo que brinda la evanescente libertad del fuego representado sobre ellos.
El corte a la altura de las malogradas torretas de suspensión, no es tal, sino una tenue aceleración de la silueta toda, que prepara la vista del espectador para dialogar con las sinuosas y siempre deseables curvas magistralmente desparramadas sobre el lienzo que cubre tan prestigiosa mecánica.
Nuestros respetos al creador de la obra y desde aquí alzamos nuestros cálices por mil obras más de tan preciada pluma. ¡Salud, y buen fin de semana!
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