La nostalgia nos convoca en estos tiempos de coronavirus. Los pedazos de historia que ilustran estos relatos me fueron regalados por queridos amigos o decantaron por herencia en mis manos.
Dias atrás almorcé con Diego Lascano (historiador, arqueólogo, escritor, editor y algunas cosas más). Mezcla de cordobés y porteño renegado asentado en Colonia hace unos cuantos años. Me contó que está trabajando en un libro sobre nuestra Plaza de Toros, la de Colonia del Sacramento, Uruguay.
El me regaló el pequeño bólido de aluminio repujado que en escasos 2 cm hace volar nuestra imaginación a una época perdida de las carreras de preguerra, que en épocas del único e irrepetible Tazio convocaban multitudes. Chiquita, liviana, sin colores más que el noble aluminio tan protagonista en los autos de carrera, a mí esta miniatura me lo dice todo. Gracias Diego por entender que algo tan aparentemente insignificativo, para mí significa tanto.
Augusto Bacigaluz es un amigo de los autos clásico, de la regularidad y el coleccionismo. Investigador profundo de los «Rally Maratón» de la década de los años 70, hace unos años me regaló este estuche metálico que el RAC puso en manos de los participantes de la famosa prueba “Londres-México”. Es un botiquín de primeros auxilios que encierra un optimismo que no podemos dejar de admirar. Imagino que si tenías un accidente en carrera sería imposible encontrarlo entre los restos de lo que quedara del auto y si lo encontrabas seguro no serviría de nada. Se lo que significa para un coleccionista desprenderse de algo como esto. Gracias Augusto por eso.
Muy interesante de ver es el “Motorist Diary” de 1939. Tiene espacios para anotar todas las cuestiones de mantenimiento y las novedades que pudieran ser registradas por algún muy prolijo propietario. En 1939 nació mi madre y en este diario están anotados desde su primer día de vida su peso, talla, vacunas, enfermedades, primeros pasos y palabras. Gracias Granny por anotar ahí. Seguro que de no ser así no tendría toda esa historia familiar registrada.
En 1959 se casaron mis padres y partieron a Europa de luna de miel. Compraron un Renault Dauphine y recorrieron varios países. Italia no podía faltar, Milán tampoco y mucho menos el Autódromo Nacional de Monza y su maravilloso parque con castillo napoleónico incluido.
Recorrieron la pista y se trajeron un precioso banderín y una placa que debería indicar el tiempo de vuelta; eso falta. Gracias padres por conservarlos para que hoy pueda recordarlos a través de estos objetos.
Fotos: Jorge Sanguinetti
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