Todos tenemos un Diógenes cercano. ¿O quién no tiene un conocido que se asoma a examinar volquetes? ¿O un amigo que siempre rescata algún material en la calle y lo aprovecha para alguna gran creación?, ¿o simplemente para seguir acumulando porquerías en algún rincón de la casa?
Mejor que tenerlo, es serlo…. Con mi hermano más pequeño, esa fue una de nuestras «militancias» durante la adolescencia. Eramos Diógenes de «guante blanco». Las tardecitas de domingos o feriados, con clima benévolo y durante el breve lapso entre el descarte de cosas y el paso de los cartoneros, con Manuel salíamos a peinar las veredas de las calles más lindas del barrio. Allí donde se acumulaban cajas y bolsas de limpiezas frescas de garages o casas, debidas a una reciente sucesión, a la mudanza de sus habitantes, o simplemente a la resistencia de ciertas personas a ser consideradas un Diógenes más…
Teníamos bastante aceitado el asunto. A la distancia podíamos llegar a adivinar si en una bolsa cerrada podía haber algo de nuestro interés, y mirando la fachada de una casa, su estado, el jardín o los autos también hacíamos una lectura si valía la pena meter mano en lo que habían descartado frente a ella. A veces actuábamos juntos, en complicidad; otras, el desafío no escrito era ver quien elegía las mejores zonas y volvía de su «ruta» con los mejores tesoros.
De vez en cuando sigo encontrando cosas ya sin hurgar tanto, pero la capacidad de Manuel de toparse con descartes útiles es ya legendaria. Manuales de autos, libros de tiempos de carreras de Fuerza Libre, un Aston Martin japonés de lata, un lindísimo barco de juguete de madera, figuras de porcelana inglesas, una cámara analógica Olympus de 35 mm, partes de bicicletas antiguas, cientos de revistas de autos y motos en todos los idiomas…
Unos cinco años atrás iba caminando por la avenida Maipú casi avenida San Martín, en Vicente López (la misma esquina del cartel del ACA…), cuando se encontró en la basura una caja con muchas diapositivas pertenecientes a una familia bastante viajera. Hizo una rápida edición in situ y el resto me fue «obsequiado» para su digitalización y posible uso.
Pues hoy, «Día Internacional de los Museos», les llegó el momento de ver la luz a estas fotos sacadas en el año 1970 por esta familia viajera, en un itinerario que incluyó algunas ciudades de Estados Unidos, el Salón del Automóvil de Detroit y, ya que andaban en la vuelta por «Motor Town», una visita al vecino Museo Henry Ford.
Allí dentro, dos hombres de la familia se retrataron entre otros autos con la Bugatti Type 41 Royale Cabriolet carrozada por Weinberger. Ese chasis, número 41.121, fue una de las tres Royale a las que Bugatti encontró propietario originalmente: el medico alemán Josef Fuchs, quien firmó la orden de compra en 1931 y encargó una carrocería cabriolet a Ludwig Weinberg, ubicada en Múnich, terminada en 1932.
Según Bugatti Revue, al poco tiempo Josef Fuchs escapó de la amenaza nazi, desplazándose a Italia y Shangai con su Royale, para llegar finalmente a Estados Unidos en el año 1937, instalándose en la ciudad de Nueva York. Durante un invierno el block de 8 cilindros en línea se fisuró y el auto permaneció durante un largo tiempo estacionado en la calle. Durante los siguientes años, la necesidad de fundir materiales con fines bélicos, hizo que semejante automóvil terminara en un desarmadero, pero Charles Chayne, un coleccionista precoz que luego sería un alto ejecutivo de General Motors, lo rescató de su segura muerte. Después de la guerra lo restauró, cambiando sus colores y las ruedas, modificando el sistema de frenos y agregándole un múltiple de cuatro carburadores. En el año 1957, Chayne donó este automóvil al Museo Henry Ford, de Dearborn, Michigan, donde permanece en la actualidad.
En la visita que nuestros vecinos hicieron al museo en 1970, además de la Type 41 Royale, se puede ver la Bugatti Type 35A (chasis #4719) que fuera adquirida en 1928 por Edsel Ford y se mantuvo en el museo hasta el año 1986. Hoy, esa misma Bugatti forma parte de la Colección Sielecki, en Argentina.
Fotos: Archivo Speratti
vadeRetro recomienda otras lecturas relacionadas:
Su majestad, la Bugatti Royale
Bon Voyage: el viaje de las Bugatti de Schlumpf de regreso a Francia
La verdadera existencia de la Bugatti Royale argentina
- Un viaje estereoscópico a los inicios del automóvil en Argentina - 02/11/2024
- Autoclásica 2024: motos ganadoras - 23/10/2024
- Autoclásica 2024: autos ganadores - 13/10/2024
Es idea mia o alguna de las diapositivas esta escaneada invertida ???
Sin entrar en teorias conspirativas a los caballeros los veo mas un viaje de/por negocios que en viaje familiar, de todos modos habria que ver mas imagenes para tratar de descubrir las identidades de los personajes, que vienen de otro siglo, como dice Alejandro del Prado .
excelente nota Speratti
¿Se sabe si la Royale del Museo Ford fue vuelta a su estado original ?, ¿ o quizás habrá quedado con las modificaciones que le hiciera Don Chayne ?