¿Cuantas horas de trabajo les habrá llevado la preparación de su auto para compartirlo de la mejor manera posible en Autoclásica? ¿Y cuántos mangos terminaron en el adorado Dodge Dart Phoenix convertible y no fueron a parar a otros gastos más necesarios?
Ya está, están en el «corralito» de los campeones. Lo que viene es el premio por el estado del auto y entre el verde del hipódromo, el solcito del mediodía del lunes, el mullido sofá y el hecho consumado de la elección del jurado, esa siesta, señora, sí que debe saber a gloria.
Fotos: Diego Speratti
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