Antes del inicio oficial de la producción de automóviles en Brasil con los Romi-Isetta y la camioneta DKW Vemag que comenzaron a montarse en 1956, hubo algunas tentativas de fabricar «el primer carro nacional». Fue este el caso del Pinar.
El 22 de julio de 1950, el diario o Globo estampó en su primera página una nota con el título «Hasta el motor fue hecho en Brasil». La foto mostraba un coupé expuesto en el zaguán del Ministerio de Educación. La marca Pinar eran las siglas de «Pioneiros da Industria Nacional de Automoveis Reunidos» y según aquel reportaje, el auto había sido construido enteramente con material brasileño. En la víspera, el prototipo había sido mostrado al presidente Eurico Dutra.
«Se trata de un modelo experimental, iniciativa de un grupo de entusiastas, al frente de los cuales se encuentran los señores Edwaldo Santos y Domingos Ottolini», relataba el reporte. Ottolini (1895-1976) fue un pionero. Desde pequeño trabajó como mecánico y, en 1934, comenzó a fabricar un regulador de velocidad para los ómnibus.
En los primeros meses de 1950, Otollini recibió una visita en su taller de la Rua Oliveira Lima 3A, al final de Grajaú. Era Santos, un capitán del Ejército que había traído de Italia (donde se reportó con la Fuerza Expedicionaria Brasileña) un motor Volkswagen. Esa mecánica refrigerada por aire, entonces desconocida en Brasil, fue retirada de un vehículo alemán abandonado.
El militar le pidió a Ottolini una copia fiel de ese motor. Un mes después el encargo estaba pronto: block de aluminio, árbol de levas, pistones, bielas, colectores… Todo fue fabricado artesanalmente, en los tornos, por el mecánico, sus cinco hijos, su padre y tres empleados.
El motor fue testeado y los resultados halagadores llevaron a pensar en hacer un automóvil completo. El Pinar tenía motor trasero, chasis de largueros y suspensión independiente en las cuatro ruedas con espirales. La carrocería fue realizada a martillo. Con cuatro metros y medio de punta a punta y 3 metros entre ejes, la cupé podía llevar a seis personas y era de un tamaño mayor que el de un Fusca.
«La terminación del auto es rústica, pues todo fue trabajado a mano. Según sus constructores, su costo se elevó a cerca de 400.000 cruzeiros. Todavía, una vez que se fabrique en serie, lo que deberá verificarse ya a principios del año que viene, es el que costo de cada auto no sobrepase los 40.000 cruzeiros y la proyección es completar 20 unidades por día», decía el reportaje.
Aparte del coupé Pinar, fue realizada una versión convertible, mostrada al presidente Getúlio Vargas. El hecho es que la producción en serie nunca comenzó. En 1951, Ottolini y Santos pelearon en la justicia por la propiedad del motor -el mecánico ganaría la causa-. Hasta el final de su vida Ottolini continuó en la barriada carioca de Grajaú fabricando sus limitadores de velocidad, economizadores de combustible y cuidando de la salud de los automóviles.
- Un museo en Ucrania, afectado por los ataques rusos - 30/01/2025
- 1.495 días, 1.495 clásicos - 29/12/2024
- El espectacular Museo Carde de Brasil, a punto de inaugurarse - 15/11/2024