Después de años de muchas expectativas y de tantos “oí decir” o “me contaron que” en las reuniones de «antiguomobilistas», llegó la hora de conocer de cerca el tan comentado Carde, museo del automóvil y del arte que prometer cambiar la rutina de Campos de Jordão, la ciudad al interior del estado de San Pablo. La apertura al público será el día 28 de noviembre, con entradas a 120 reales (unos 20 dólares), pero ya participamos de una previa para adelantarles algunas impresiones a nuestros lectores.
El Carde es un exuberante fruto de la Fundação Lia Maria Aguiar. Vale explicarlo: Doña Lia es filántropa y millonaria, heredera de una parte de Bradesco, uno de los bancos líderes de Brasil. Sin hijos, ella mantiene desde 2008 la institución sin fines de lucro que lleva su nombre, dedicada principalmente a proyectos socioculturales para infancias y juventud en la ciudad serrana paulista.
La intención de crear el museo surgió en 2018, cuando la Fundação Lia Maria Aguiar compró la gran colección de Og Pozzoli, un coleccionista pionero en Brasil. Desde entonces, Luiz Goshima, consejero de la fundación e ideador de Carde, viene aumentando el acervo, adquiriendo autos en Brasil y en el exterior. Ya son más de 500 ejemplares. De éstos, “apenas” 100 serán exhibidos en simultáneo. Los otros harán las veces de reserva técnica para renovar las exposiciones de vez en vez.Pero el museo no es sólo de automóviles. El nombre Carde viene de Carros, Arte, Design y Educación. Estás ahí apreciando un Chrysler Town & Country convertible de 1947, levantás la mirada y… “descubrís” una pared cubierta de ¡obras originales de Candido Portinari o Di Cavalcanti! En otra sala, un VW Gol GTi tiene como telón de fondo móviles de Zanine Caldas y esculturas de Frans Krajcberg. Al lado de un Cord L-29, un Voisin y un Rolls-Royce de la década de los años 20, una pantalla de LED de alta definición cuenta la historia del carnaval carioca. Allí en el fondo de la cafetería, te encontrás con originales del dibujante Nássara. ¡Una cosa de locos! (sí, es un museo para muchas exclamaciones).
“No queríamos que fuese otro museo más, encorsetado en el auto como objeto. La idea aquí es usar el auto como punto de conexión con la historia, el arte y la cultura brasilera”, explica Goshima, director ejecutivo de Carde.
Nomás la entrada impresiona. Con arquitectura moderna, el museo está en medio de un bosque de araucarias. El día del pre-estreno había en el área externa tres impecables autos populares de la década de los años 60 en sus versiones más básicas surgidas a partir de una política gubernamental de entonces (DKW-Vemag Pracinha, VW Fusca Pé-de-boi y un Renault Teimoso), sacando a pasear a los visitantes. Uno de los orgullos del equipo de mantenimiento es que todos los autos funcionan.Al lado, hay un Cord 851- pintado al estilo “comic” (lo que desagradará a algunos puristas) dentro de una gran pecera de vidrio, como aquellas que hay en Autostadt, el parque dentro de la sede de Volkswagen en Wolfsburg. Delante de la puerta, como alineados para una picada, se desafían un Lamborghini y un Porsche, pero no superdeportivos, sino tractores de esas marcas.
Entramos en la llamada “cámara de descompresión” y, finalmente, al museo. Los ambientes fueron concebidos por el arquitecto y artista gráfico Gringo Cardia, el más reputado de los escenógrafos brasileros vivos. Si fuiste alguna vez a un gran show de artistas brasileros, desde Paralamas do Sucesso a Xuxa o Maria Bethânia, ya estuviste frente a una escenografía firmada por Gringo.
Ese Carde del nombre se podría estar refiriendo a Cardia, debido a la importancia de las escenografías en las salas de exposición. Al atravesar la puerta principal, los visitantes se encuentran con una coupé Uirapuru haciéndole justicia a su nombre: cual pájaro, esta en lo alto de un árbol nativo (cajueiro) de metal con hojas de crochet, dentro de una instalación de los artistas plásticos indígenas Daiara Tukano, Rudá Jenipapo y Caripoune Yermollay, con participación de 200 tejedoras de Brasilia. El auto, mientras tanto, fue pintado en los colores del pájaro Uirapuru. ¿Ver este raro Brasinca ahí arriba parece extraño para tu visión fierrera del mundo? Mantén la calma y andá metiéndote en clima…También ahí nomás de superar el ingreso hay una sala dedicada al ingeniero João Augusto Conrado do Amaral Gurgel. Aparte de un Itaipu E-400 eléctrico y un jeepcito X-12, el espacio exhibe varios documentos originales de la fábrica Gurgel. La reserva técnica de Carde dispone de otros varios autos de este fabricante brasilero (incluso prototipos como el Delta) que se irán rotando en su exhibición a lo largo del tiempo.
Continuamos la visita de manera cronológica por la planta baja, que está dividida por períodos históricos a lo largo de un laberinto de salas. En la primera nos damos de frente con un Cadillac M, año 1907, una coupé tan corta y alta que parece un auto de Elvira Pato, la abuela del Pato Donald.
Está junto al Hispano-Suiza 30-40 HP 1911, que puede ser considerado la piedra fundamental del «antiguomobilismo» brasilero. En la década de los años 60, este auto fue restaurado (con cierta “creatividad” y los recursos disponibles en la época) por Roberto Lee, uno de los primeros coleccionistas de autos en Brasil. Era el clásico favorito de Lee y la pieza principal de su Museu de Antiguidades Mecânicas, en Caçapava, en el estado de San Pablo.Lee fue asesinado en 1975, el museo fue clausurado a comienzos de la década de los años 90 y vandalizado a lo largo de las décadas siguientes (lo que quedó fue limpiado, organizado y reabierto por la municipalidad de Caçapava en 2017). De esta manera, es casi mágico reencontrarse con el famoso Hispano-Suiza de Lee funcionando y brillante como nunca, ahora preservado dentro de la colección de Campos do Jordão.
Dentro del mismo ambiente tenemos un Cord L29 de 1931, modelo pionero en la tracción delantera, así como un Benz 1913, un Rolls-Royce 20 HP de 1927 y un Auburn 8-90 Phaeton Sedan de 1929. Al lado de esos autos brillosos, llama la atención una limousine Voisin C3, con carrocería Belvallette, inmaculadamente original. Recientemente descubierto en Francia, este auto perteneció a la misma familia desde 0 km. Sería un crimen desarmar un auto tan preservado para una restauración completa.
Destacados, hay dos gigantescos superautos de preguerra: un Duesenberg J del año 1930, considerado por muchos el mejor automóvil de todos los tiempos fabricado en Estados Unidos y un Isotta Fraschini Tipo 8A con carrocería Castagna de 1925. De tan importantes, cada uno de ellos se hizo acreedor a su propia sala de exposición.
El Isotta fue un regalo de Henrique Lage, uno de los brasileros más ricos allá por la década de los años 20, a su esposa, la cantante lírica Gabriella Besanzoni. El matrimonio vivía en el palacete del actual Parque Lage, en Rio de Janeiro. Y la sala creada por Gringo Cardia replica el techo y las columnas de aquella construcción. Es muy impresionante, especialmente para quien conoce la casa original.Otro ambiente de Carde se asemeja a una bóveda. Allí están autos de desfile que trasladaron a presidentes (en la pared, las pantallas Led recuerdan la era de Getúlio Vargas). La pieza principal viene de la colección de Og Pozzoli: es un Lincoln K Touring de siete pasajeros carrozado por Willoughby. Solamente fueron hechos cinco ejemplares en esta configuración en 1938. Encargado por Adhemar de Barros, por entonces interventor federal del Estado de San Pablo, durante décadas sirvió como “auto abierto” en distintas visitas de jefes de estado a Brasil, entre ellas para las de Charles de Gaulle (1964), el príncipe Akihito de Japón (1967), la reina Isabel II (1968) y el papa Juan Pablo II (1980).
El Lincoln contrasta en tamaño con el Escarabajo convertible que trasladó al presidente Juscelino Kubitschek en la inauguración oficial de la fábrica de Volkswagen, en Via Anchieta, el 18 de noviembre de 1959 (el complejo, igualmente, ya estaba funcionando desde hacía tres años).
El tercer automóvil en esa sala es el Willys Itamaraty Executivo 1967, única limousine producida por un gran fabricante instalado en Brasil. Fueron terminadas 27 unidades, pero sólo una de ellas con techo solar en la parte trasera del habitáculo. Perteneció originalmente al gobierno paulista y hoy está en Carde.Al lado hay una sala que parece un túnel del tiempo y está dedicada a las carreras en Brasil. Una pantalla de LED cuenta la historia del automovilismo nacional y el piso tiene forma de circuito, que sube luego por las paredes. En el techo está la berlinetta Interlagos Nº 21. En el piso está su hermana gemela en el Equipo Willys, la berlinetta Nº 22 -la misma con la que Bird Clemente ganó las 200 Millas de El Pinar, en Uruguay, en 1964-. La “22” fue restaurada y autografiada por Bird, pero en la parte trasera, donde va el soporte de patente, aún se puede apreciar su pintura original desgastada de los tiempos del Equipo Willys. Detalles así emocionan a quien conoce el asunto.
En la misma planta baja también hay una sala con decoración inspirada en la escuela de arte vanguardista alemana Bauhaus (1919-1933). Entre las estrellas encontramos un BMW 327 cabriolet, lanzado en 1937, un Daimler inglés de 1939 (con carrocería Sedanca de Ville terminada con mimbre en los laterales) y un increíble Cadillac V16 Coupé 1939, comprado a una colección de Minas Gerais, aparte del ya citado Chrysler convertible 1948 enmarcado por Cavalcantis y Portinaris.Si Papa Noel nos dejase elegir uno de los ejemplares exhibidos, nos quedaríamos con el Auburn 851 Supercharger, año 1935, con sus vistosos caños de escape laterales. Recién importado de EE.UU., este modelo tiene un motor Lycoming de ocho cilindros en línea, de 4,5 litros, con compresor Schwitzer-Cummins. Con 150 CV, este auto podía alcanzar los 160 km/h (en caso de que el conductor fuese lo suficientemente corajudo para marchar a tal velocidad con neumáticos de telas diagonales).
Avanzando en el tiempo, entramos a una sala donde están los autos de las décadas de los años 50 y 60: Cadillac Eldorado 1955, Chevrolet Corvette 1959, Mercedes-Benz 300 SL Roadster, Aston Martin DB5, Porsche 356 y por ahí va… El contrapunto de tanta potencia y cilindrada es una Vespa M3 con sidecar. Sobre las paredes amarillas, obras de Heitor dos Prazeres y de Djanira.También hay Industria Nacional. En un ala inspirada en Niemeyer y Brasilia, están los pioneros de la industria automotriz brasilera de las décadas de los años 50 y 60, como los Romi-Isetta, FNM-JK, Rural-Willys, Renault Gordini, VW Karmann-Ghia y hasta un Chevrolet Opala. En la última sala de la planta baja están los deportivos de las décadas de los años 70, 80 y 90, como los VW Passat TS, Ford Escort XR3, Chevrolet Kadett GS y VW Gol GTi.
Esperamos que el lector amigo no esté cansado ya del paseo pues, en el segundo nivel, hay un gran salón sin tanta escenografía, pero con un poco de todo. Lo más destacado son los superdeportivos dispuestos en círculo: un rarísimo Jaguar XJ220 (con su motor V6 biturbo de 550 CV), Lamborghini Countach y Diablo, Ferrari F50…
Es en ese mismo piso que están el auto más antiguo y el más moderno de Carde: el pequeño De Dion-Bouton Type G 1902, perfectamente operacional (dan ganas de participar en la London-Brighton con él), y un McLaren Senna GTR XP, de 2020. En el primero hay 4,5 caballos de potencia, mientras el segundo rinde 825 CV, evidenciando el avance tecnológico en 118 años.Una Ferrari Testarossa 512 TR, destruida en un accidente, fue recuperada y su carrocería rehecha para ser transformada en un simulador, donde los visitantes pueden imaginarse manejando en un autódromo. Los que crecieron en la década de los años 80 recordarán también al juego «Out Run» que marcó a su generación.
Para los fanáticos de Volkswagen hay un espacio con “Split”, “Oval” y… ¡miren ahí ese cabrio Hebmüller! Hay tanta abundancia en este museo que el Escarabajo más raro (y más caro) existente en Brasil pasa desapercibido. Merecía más protagonismo.
Entre las curiosidades hay un tractor Allgaier-Porsche P312 de 1954. Esos tractores eran importados de Alemania por el Instituto Brasileiro do Café y vendidos a precio de costo a los agricultores. Esa versión tenía un carenado para no dañar las plantas de café y estaba equipada con motor de dos cilindros, 1,8 litros a nafta, refrigerado por aire.En 1958 se fundó la Porsche-Diesel do Brasil, por iniciativa de Mannesmann, con el objetivo de producir motores estacionarios y tractores agrícolas en el estado de San Pablo. El proyecto, sin embargo, jamás salió del papel y, en 1963, la división Porsche-Diesel se extinguió en Alemania.
Hay que dar unos pasos más y te vas a encontrar con una rarìsima limousine Pierce-Arrow 1937, con motor V12, arrastrando un trailer de la misma marca y el mismo año: el Pierce-Arrow Travelodge.
Y miren lo que encontramos en el elevador, en un rinconcito discreto, en espera de ganar su espacio en el salón: la Carretera 18 (“Cupecita”) de Camilo Christófaro, el “Lobo de Canindé”. Es, ni más ni menos, uno de los autos de competición más emblemáticos de la historia del automovilismo brasilero (junto al Bino Mark II y al “Patinho Feio”).Equipada con motor V8 de Chevrolet Corvette, la Carretera 18 fue construida a partir de una coupé Chevrolet 1937. Corrió entre 1963 y 1971, habiendo alcanzado la victoria en las Mil Millas Brasileras de 1966, en Interlagos. Ya retirado de las pistas, el auto fue conservado por la familia. Poco antes de morir, en agosto pasado, Camilo Christófaro Jr, piloto de la categoría Stock Car e hijo del “Lobo de Canindé”, le vendió la Carretera 18 al museo. Desde ese momento, el auto pasó por un mantenimiento ligero y ya volvió a hacer rugir su V8 alimentado por un monte de carburadores Dell’Orto. La carrocería todavía conserva todas las cicatrices de sus largos temporadas sobre la pista.
Las restauraciones son hechas afuera (en talleres como Ponto 40, en Curitiba), pero una escuela para formación de restauradores, llevada adelante por la Fundação Lia Maria Aguiar, ya está funcionando en el terreno de Carde. Los automóviles del museo son puestos en marcha una vez por semana. Puertas ocultas y bien disimuladas permiten sacar los vehículos de los salones de exposición.
La curaduría del acervo es responsabilidad del investigador automotriz João Pedro Gazineu, un joven oriundo de Petrópolis, en Rio de Janeiro, que recita de memoria los números de chasis de todos los Rolls-Royce que han rodado en Brasil. Se pueden dar una idea del nivel de rigurosidad de la información a la que tienen acceso los visitantes…El Tucker #1003 ya está en Brasil pero no había ingresado al museo en el día de nuestra visita. Hay otros 40 autos clásicos en camino para el acervo, entre ellos un Pegaso Z-102, una Ferrari 212 Vinale (#0285) y una berlina Fiat 2800. Como se puede ver, serán necesarias varias idas espaciadas a Carde, para poder verlo todo.
Como muchas de las compras de autos clásicos son realizadas en Europa o EE.UU., el museo tiene buenas bases en el exterior. Algunos de los autos participarán de eventos como el Concours d’Élégance de Pebble Beach, como forma de divulgar al Museo Carde entre los grandes coleccionistas extranjeros y firmar intercambios de acervos. Ya se habla de un convenio con el Petersen Automotive Museum de Los Ángeles, EE.UU, que tiene una de las mayores colecciones de autos del mundo. Otra idea es hacer en Campos do Jordão un concurso de elegancia bajo el mismo molde en que son realizados allá afuera.
«Después de muchos años en que nuestros autos de alta categoría eran vendidos al exterior por Colin Crabbe y tenían su historia brasilera postergada, queremos repatriar automóviles, preservar nuestro patrimonio y volver a traer las cosas buenas de afuera«, anunció Goshima.
Fotos: Jason Vogel
Nota publicada originalmente en Motor1 Brasil
VadeRetro recomienda las siguientes notas relacionadas:
- Un museo en Ucrania, afectado por los ataques rusos - 30/01/2025
- 1.495 días, 1.495 clásicos - 29/12/2024
- El espectacular Museo Carde de Brasil, a punto de inaugurarse - 15/11/2024
Brasil pra frenchi… ¡Bienvenido un poco de delirio tropical!
Imposible encontrar entre nuestros coleccionistas y empresarios cabezas así.
espectacular