El japonés de hoy: Toyota Starlet

3/Ene/2016

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Dicen las malas lenguas que salir a fotografiar clásicos por Colonia es como ir a cazar animales exóticos al Jardín Zoológico. Puede ser verdad (de hecho lo es) pero que bueno es tener esa reserva natural a una hora de casa y que entre muchas otras cosas, nos brinda también esta manera de conectar con nuestro pasado.

El Toyota Starlet de segunda generación fue el primer modelo de esa serie en venderse fuera de Japón y representó la entrada de la marca en mercados como el europeo en el que ya estaba, pero discutiendo mano a mano con los grandes en el siempre peleado segmento “B”.

La curiosidad del Starlet radica en que un auto de tres puertas de tamaño citadino, fuera proyectado con propulsión trasera, una verdadera rareza  -por no llamarlo atraso- de parte de la gente sentada en la sala de los botones en Nagoya.

Esto demuestra la paciencia y por el otro lado el temor a dar pasos más largos de lo que pueden por parte no sólo de Toyota, sino de la industria japonesa en general. “Hagan punta ustedes, inventen que después nosotros lo hacemos, pero bien”. No es afán de copia, ya que en Japón copiar no es algo mal visto, es simplemente tomar lo bueno de otros. Personalmente me resultaba escandaloso en mis años como diseñador en Mitsubishi que se discutiera si la cola de un modelo debería ser más “Alfa o más BMW”. En occidente esto suena muy extraño. En Japón, definitivamente no.

Bajando de las ramas y volviendo a nuestro Starlet, este representa un claro ejemplo de que si no se sienten preparados al cien por cien, los japoneses nunca van a dar el paso. Cuando lo sintieron, lo dieron en la siguiente generación a partir de 1984.

Podemos nombrar a la ciudad de Colonia del Sacramento, Uruguay como la capital mundial del Starlet de segunda generación, por la cantidad y sobre todo calidad de las unidades presentes. El de la foto ya lo tenía junado desde hacía rato y nunca me dio tiempo para dispararle. No es que las tomas fueron hechas en media jornada, pero sirven para describir el estado de la mayoría de la unidades de este modelo presentes en la ciudad uruguaya.

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Tan pequeño y con las ruedas de atrás siempre empujando empujando,  seguramente “Alto drifting” nos haríamos. Sin embargo con sus escasos cincuenta y pico de caballos poca cosa nos queda por hacer, aunque sobre piso inestable quizás la cosa se ponga más insegura, por ende, más divertida. El modelo aquí retratado pertenece al restyling aplicado a esta generación y muestra faros cuadrados con sección frontal mas despejada y a tono con ese neoracionalismo embrionario de los ochenta que no prosperó, desviándose en formas más sugestivas y redondeadas promediando la década.

El frontal de esta versión deriva del modelo Tercel que no es más que un Starlet con tres volúmenes en interpretación de dos y cuatro puertas. Pequeño pero hiperproporcionado, este minúsculo sedán me atrajo desde muy pequeño ya que durante mi infancia transcurrida bajo el Partenón una familia de amigos marplatenses se fueron a comprarlo a Alemania y se volvieron andando en el chiquitín. En verdad la familia no era numerosa, ya que con sólo tres miembros no se la puede denominar como tal, pero Kleon, Penélope y Apóstol ( nombres de padre, madre e hijo) era gente que no solía pasar desapercibida y no sólo por lo escrito en el documento.

Este hecho casi intrascendente, en el imaginario de un infante tuerca reverbera con la fuerza de una verdadera epopeya. Celeste metalizado con aire acondicionado, caja de quinta y el olor a nuevo en los tapizados de ese Corderoy tan fascinante como el que vestía los traseros de las nordeuropeas que desfilaban por Plaka y que provocaran mis primeros dolores de cuello. Nuestros desalmados amigos se deshicieron del Tercel pocos meses después ganando una buena diferencia y volviéndose a Mar del Plata para preparar la temporada en su balneario «Peralta Ramos»de Punta Mogotes.

«A estos griegos les gusta más la guita que los autos», pensé una vez.

Volviendo al Starlet (nuevamente), simplemente digo que me gustaría tener una casa en Colonia entre otras cosas, para poder tener un Starlet en mi garaje. Dejarse llevar por un utilitario de andar cansino entre saludos de parroquianos y como dice Speratti «Tardás cinco horas para hacer un trámite en el centro porque no podes dejar de saludar y quedarte a charlar». Esta actividad requiere de un vehículo lento, caso contrario nos perdemos la amable ceremonia del saludo y actualización de cada uno de los saludados. Es como apretar «F5» en la cabeza de cada uno, y como algunas páginas tardan en actualizar un poco por la red y otro poco por el equipo, la tarea como dice Diego, puede llevar horas.

Cuantas cosas se pueden escribir con un par de fotos. ¿No?

terrrrrrrr

 

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