Cuando hablamos de rivalidades añejas, en Argentina se hace siempre la referencia del River vs Boca, y, en el «teshé», Ford vs Chevrolet, dejando brotar los más bajos instintos que el fanatismo permite. Pero, en ambos deportes, hay otros equipos y jugadores. En la «máxima» del automovilismo vernáculo quedan, hoy en día, un cuarteto de pseudo-marcas (monomarca con disfraces diferentes, bah).
Cuenta la historia que, cuando el V8 de Studebaker quiso incursionar, generó cierto escozor y hubo lobby para que no entrara, usando ciertos vericuetos reglamentarios, o sea: le cortaron las patas antes de largar. De mojarles las orejas se encargaría, poco tiempo después, el aplaudido y discutido (¿hazaña o lasagna?) «Toro», al que, también le cortaron las patas, pero después de la humillación, Berta y Di Palma mediante.
Se podría decir que en tierras del «Tío Sam», los Stud tuvieron cierta cuota de osadía que los diferenciaba del resto, aunque, comercialmente, no fueron un rival aplastante, lo que no quita que concibieran ejemplares que llevan con hidalguía su gallarda estampa.
Quiso la casualidad que, en un lluvioso día, se encontraran varios ejemplares de Studebaker surcando los caminos medievales de Francia (muy lejos de su tierra de origen) donde cátaros, templarios y demás protagonistas de viejas batallas mostraron su valentía a la hora de agarrarse a espadazos.
Vale destacar la presencia del Avanti, canto del cisne de la marca, mostrando su fresca figura que, pese a su fracaso comercial, lo transformó en objeto de cierto culto para fanáticos.
Fotos: Luis Trucco
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Muy buenas! El año pasado enganché al club de Studebaker de La Plata quienes vinieron a Mercedes un sábado de sol. Tenían más que nada varias chatas y un par de autos. Eran unos 9 o 10 en total.