Seguramente creerá el lector que nos equivocamos, pero no: no es una Aprilia, sino un Lancia Ardea, hermana menor de la archiconocida última creación de Vincenzo Lancia en vida.

Un poco como lo que hace Auddo hoy en día pero hace ochenta años, el Ardea ve la luz en 1939 casi en simultáneo con su más prestigiosa hermana mayor.

Línea increíblemente sencilla como era costumbre de la casa, y un par de trucos de proporciones en la vista lateral que son para el aplauso, a saber: noten el mínimo voladizo trasero que se recoge y prepara el salto hacia adelante que se da desde el punto más bajo hacia el habitáculo, dando gran sensación de movimiento y dinamismo. Aumenta este efecto el hecho de tener el punto más alto en la zona de los pasajeros posteriores, para luego lanzarse con vehemencia hasta el diminuto parabrisas que corona el movimiento de esa línea tan característica.

Allí se apoya sobre el parante anterior que a su vez recibe la trompa erecta y potente que corona una erquida parrilla que presenta el objeto en sociedad. Todo lo dicho sucede en 3.650 milímetros de auto. Un especie de bonsai, en donde cada elemento está meticulosamente estudiado para que no se superponga con el siguiente y respeten una armonía y limpieza digna de un auto de segmento superior.

903 cc y algo más de veinte caballos servían para que este diminuto aunque elegante sedán se desplace con mínimos consumos de combustible y el garbo heredado de la tradicional marca.

Adorado por consumo y fiabilidad por el gremio de taxistas, salió de las cadenas de montaje de Via Caraglio en Turín hasta el año 1953 cuando fue reemplazado por el Appia, a su vez clon en miniatura del Aurelia.

Uno de los pocos utilitarios elegantes de verdad que circulaban por esos años en Europa.

Fotos: Afanadas de Google