Requiem: Saab

18/Dic/2009

 

ya nunca más...

Despertarse con la noticia de que una de mis marcas más queridas está a punto de cerrar sus puertas, no ayuda a tener un buen día. Sin embargo, lo interesante de tener un espacio propio e independiente es que nos podemos permitir algunas libertades que en otros medios no serían bien vistas.

Advierto al lector que la noticia me cayó como una patada, así que mi tono no va a ser ameno… Estamos asistiendo al funeral de una de las marcas mágicas de la historia de nuestros queridos autitos, y como no se trató de un accidente ni fue muerte natural, me gustaría hablar de la negligencia de un elefante burocrático como GM a la hora de manejar algo tan delicado como SAAB.

Svenska Aeroplan Aktiebolaget (SAAB) es una empresa dedicada a la construcción de aeronaves, que nace en los años treinta, y luego de la guerra, sabiendo que la demanda de aviones militares caería, deciden transformar parte de su actividad hacia la producción de autos.

La historia que sigue, está llena de aventuras y anécdotas propias de hombres que dedicaron todo su esfuerzo y pasión en entender primero que era un automóvil, y luego adaptarse a su fabricación. No entraré en detalles de sus autos, ya que no quisiera mezclar las cosas.

Quiero hablar de Gunnar Ljungström y de su más cercano colaborador, el genial Sixten Sason, creador del maravilloso 92 (terminamos hablando de autos…). Sason era hijo de artistas plásticos, y luego de un accidente aéreo que lo postró por años en una cama de hospital, aprovechó ese tiempo para estudiar ingeniería y al recuperarse comenzó a dedicarse al diseño. Ingeniero más artista plástico era una rara combinación que resultó explosiva a la hora de sacar conejos de la galera y crear de la nada un auto tan expresivo como el 92, que comunica inmediatamente el origen de la fábrica que lo producía.

paris

Se dice que en el equipo de ingenieros y técnicos aeronáuticos que proyectaron ese auto (algo más de veinte personas), solamente dos tenían registro de conductor, dando esto una idea de la relación que tenían con el automóvil. Saab fue una de las pocas marcas que siempre mantuvo la tradición de comunicar sus orígenes sin renegar de ello, más bien exaltando esa parte propia que nadie tenía: una fábrica de aviones que un buen día se dedicó a hacer autos.

No alcanzaría este espacio, ni tantos otros para elogiar la labor y su increíble manera de entender y proyectar un automóvil completamente distinto a todos desde el punto de vista conceptual. Les propongo contar la historia reciente de la marca haciendo una analogía con la gastronomía. Los hechos se podrían contar de la siguiente manera:

sulla neve !!!

 

Había una vez un restaurant de pocas mesas en donde sus dueños cocinaban viejas recetas caseras, con un método propio, y al que la gente se acercaba por lo excéntrico de su cocina, y por la manera de presentarla. La decoración era algo espartana y la atención muy sobria, con ese dejo de frialdad escandinava que orilla entre el respeto y la indiferencia. El precio era igual o mayor al de cualquier elegante restaurante de moda, pero aquí se pagaba por lo exclusivo de la experiencia que los comensales vivían en el lugar…

Los clientes no eran muchísimos, pero eran muy fieles y siempre esperaban ser sorprendidos con alguna genialidad salida de la cocina. Nunca se quejaron por demoras, que si las había, o por alguna desprolijidad en la atención.
Un buen día, los viejos dueños, acosados por deudas y presionados por una empresa que quería quedarse con ese lugar en donde pasaron tantas lindas cosas, deciden vender el viejo restaurante a Mc Donalds, que finalmente le gana la pulseada a Burger King. Según sus cerebros del mercadeo, incorporar restaurantes de valor a su empresa aumenta la imagen de sus horrendas hamburguesas dándole renombre y un lustre muy distinto al que le daba la grasa de sus platos…

Mc Donalds comienza a gestionar el lugar y al poco tiempo se da cuenta que el proceso de cocción de los alimentos es muy lento y caro, además los precios que pagan por las verduras biológicas y por las carnes seleccionadas es alto respecto al que pagan ellos…
Deciden cambiar los ingredientes lentamente para que la clientela no se de cuenta, poniendo tomates crecidos en agua pichicateada con hormonas, que valen la quinta parte respecto a los del señor que los planta en su huerta, despiden al ayudante de cocina de tantos años que sabía lo que llevaba cada receta y cuidaba del fuego como nadie, y su lugar lo ocupa un niño de veinte años traído de una sucursal, que se pasa todo el día mandando SMS descuidando sus tareas, pero al que le pagan un tercio de lo que ganaba el experimentado capataz de cocina.

el mejor de todos...

Los costos increíblemente bajan, ya que también utilizan la logística de Mc Donalds para transportar mercadería y comienzan a utilizar masivamente los productos chatarra de sus recetas. Llueven las felicitaciones y los «bonus» desde Mc Donalds. El modelo es aplicado en forma total y los resultados están a la vista: ¡los números ya no están en rojo! Un buen día deciden que los platos que ofrece ese restaurante son pocos y aumentan el volumen de la carta. Como no saben de cocina tradicional, toman sus asquerosas hamburguesas, las disfrazan con alguna verdura, salsa tradicional de la casa, y las sirven como novedad. Los clientes que de bobos poco tienen, se empiezan a dar cuenta de que los están estafando y dejan de ir. Los números vuelven al rojo, y entonces cambia al management del restaurante; Mc Donalds manda a un experto en costos para que corrija el rumbo de ese tradicional lugar que está perdiendo imagen.

¿Qué hace?

Despide a la mitad del personal para bajar los costos operativos, y decide poner más platos basados en sus venenosas hamburguesas, aderezando todo con aceite reciclado del pescado que frieron la semana pasada.

Venden nuevas ideas y publicitan el lugar como un espacio distinto a los demás porque es tradicional y hace muchos años que hacen las cosas a su manera, tan peculiar y distinta a los demás. Los platos ahora salen con Kani Kama ya que Mc Donalds también tiene restaurantes japoneses y con los restos de los bastoncitos, crea platos nórdicos a base de pescado. Los clientes escandinavos comienzan a ir a restaurantes alemanes y ya nunca más volverán a sentarse en sus mesas. Los viejos cocineros fueron despedidos por el nuevo director y ya nadie en el lugar sabe cómo hacer las recetas, por más que el libro esté a disposición de los cocineros. Entonces traen un viejo cocinero para darle lustre al lugar.

Sonnet

El señor resulta ser un inútil, no lee el libro de recetas y todo empeora hasta que llega una nueva orden desde Mc Donalds: esos escandinavos no saben hacer las cosas. Hicimos todo lo posible para que ese lugar prospere, y nadie nos ayudó. Lo vendemos al mejor postor… Como nadie quería cargar con ese muerto, y ante la imposibilidad de hacer caja, tuvieron una nueva idea: vender el libro maestro de todas las recetas y como cocinarlas a un supermercado chino, que quiere abrir un restaurante.
Resultado: lo único que quedaba que era el «know how«, lo entregaron a los chinos, y ahora cierran el restaurante…

Esta es la cruda historia de cómo un paquidermo como GM, queriendo mejorar su imagen y sus negocios, compró una joya como Saab y la destrozó en quince años. Volvo seguramente también desaparecerá en poco tiempo, dejando la sensación de que todo lo que tocan lo rompen, como buenos elefantes torpes que son… Los chinos felices, ya que con dos monedas se llevan tecnología de generaciones enteras al servicio de la excelencia, para usarla en sus productos que venderán a precio más bajo y que terminarán compitiendo contra los autos de los elefantes…

Me entristece mucho que un patrimonio cultural de Suecia como es Saab sea manoseado y maltratado por una banda de «bean-counters» que nunca supieron lo que estaban comprando y tampoco ahora saben que están vendiendo, o peor, cerrando.

Es una lástima que Suecia se quede sin una marca emblemática, y llama la atención que el gobierno (socialista como pocos), deje morir a una de las más ingeniosas y particulares marcas que los apasionados supimos ver, sin intervenir durante el transcurso de esta lenta e indigna convalecencia.

Ljungstöm, Sason, Carlsson, Envall… Gracias por todo.

Fotos: Björn-Eric Lindh

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