Papel picado, serpentinas, máscaras, disfraces, matracas y pitos formaban parte del ajuar de cada fin de febrero porteño allá por mediados de los años treinta. Pero a partir del carnaval de 1936 las autoridades autorizaron el uso de pomos de agua, que se convirtieron en la vedette de la fiesta popular, según se observa en las imágenes del Archivo General de la Nación.
Las batallas de agua de los carnavales de la Costanera se daban entre la muchachada a bordo de los autos, que desfilaban a marcha lenta por la congestión de tráfico, y los ciudadanos a pie. Sí hasta quien estaba allí para impartir orden, sucumbió a la diversión de defenderse y contraatacar con estas nuevas «armas»…
Escenario de aquellos tiempos felices de carnaval, la Costanera Sur lucía limpia de árboles, de horribles esculturas de deportistas (mutiladas), y sin los sedimentos que hoy forman la reserva ecológica. La belleza del elegante paseo y de la siempre vigente Fuente de las Nereidas de Lola Mora recibía a las hordas dispuestas a humedecerse a bordo de los Opel, Ford, Chevrolet, Chrysler, Dodge, DeSoto y otros autos de la época.
Fotos: A.G.N.
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