Misma cuadra, un par de días de diferencia, exhiben sus respectivas siluetas ambas coupés germánicas, las dos, si no me equivoco, provenientes de Stuttgart.
La primera (por orden cronológico) fue el principio del, hasta hoy, modelo más representativo y mayor éxito de la marca (si la Cayenne no lo supera en unos años), y el que la consolidó como constructor reconocido de autos deportivos que, además, pueden ser usados diariamente. Este ejemplar propiamente dicho, presenta algunas huellas del tiempo, además de cierta capa mineral, apta para cultivos, sobre su roja silueta. Lo cual no le quita el encanto a sus curvas que, pese a lo antedicho, pareciera mantener una razonable alineación.
El segundo, de líneas bastante más rectas que en el otro (aunque, curiosamente también en rojo), pareciera ser un representante de uno de sus mercados maás representativos, en tierras del Tío Sam, tanto en la zona más hispanoparlante (miameee, ¿visssteee?) como en las sinuosas carreteras de la costa californiana, conducido por alguna rubia, pelos al viento, esperando ser detenida por el agente Poncharello. Si bien mantiene los bifaros (le dan una mirada más seria) bien característicos de dicha especificación, por suerte, pasó a disponer de los paragolpes europeos, mucho más elegantes y proporcionados, que los US specs, aunque con un par de farolitos amarillos, a mi gusto, non sanctos.
Como decía una vieja publicidad televisiva, «para todos los gustos hay», mientras tanto, sigo en bici, y veremos si en algún momento llego a tener alguno, algo más que en la vitrina y en escala.
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