Uno supone que para el mes de octubre ya es plena primavera en nuestro hemisferio sur. Esa era la previsión del CAACEP neuquino y la filial Temuco del CAACH cuando encararon la realización del “1er Gran Premio de la Hermandad”, una carrera de regularidad que uniría la ciudad neuquina de Zapala con la chilena Temuco durante el fin de semana largo del pasado 12 de octubre.
Imaginaron un paseo primaveral que permitiera lucir nuestros autos viejos transitando por paisajes espectaculares bajo cielos azules y brisas templadas por un sol radiante.
Peeeero… como viene sucediendo en casi todos lados, el famoso “Niño” también se hizo presente por estos pagos y a partir de nuestro arribo el viernes por la tarde el cielo zapalino comenzó a regalarnos una copiosa nevada.
El sábado por la mañana amaneció totalmente encapotado y con un grueso manto blanco cubriendo a aquellos autos que habían pernoctado al sereno. La partida hacia el cruce de la cordillera por el Paso Pino Hachado se demoró. Debido a la tormenta se iba postergando la apertura de las aduanas. El primer tramo de regularidad en tierra argentina se tornó impracticable y finalmente se redujo a una especie de “carrera” para llegar hasta nuestra aduana para concentrar los autos y encarar los trámites express ante migraciones y AFIP (al estilo “1000 Millas Sport”).
Saliendo de Zapala continuaba la nevada con visibilidad muy reducida aunque a los pocos kilómetros amainó bastante. Poco duró el alivio ya que a medida que ascendíamos por las montañas entre los pehuenes milenarios, volvió a arreciar.
Sin embargo aún faltaba lo peor. En el trayecto entre aduanas se sumó a la nevada un viento blanco que se fue incrementando al punto que la visibilidad bajó a virtualmente cero. La imagen que adjunto fue tomada al comienzo del fenómeno. A partir de ese momento quedó abandonada la cámara fotográfica y arriba del auto pasamos a ser sólo cuatro ojos tratando de adivinar por dónde andábamos, dónde se acababa el asfalto y comenzaba la banquina, cuándo subíamos o bajábamos, cuándo se venía una curva y hacia qué lado se orientaba. Arriba, abajo, el suelo, a los costados, a derecha o a izquierda, todo era blanco. Era como estar navegando sumergidos en un vaso de leche. Recién cuando comenzamos la bajada definitiva hasta la aduana chilena volvió a amainar la nieve y el viento y pudimos recuperar una semblanza de orientación cierta. De hecho nuestro auto fue el último en pasar antes de que se volviera a cerrar el tránsito.
De ahí en adelante y casi como por arte de magia se abrieron las nubes y pudimos comenzar el “paseo primaveral que permitiera lucir nuestros autos viejos transitando por paisajes espectaculares bajo cielos azules y brisas templadas por un sol radiante”. Ahí queda como prueba alguna foto del estacionamiento del restaurante en el paraje Malalcahuello donde pocos kilómetros más adelante nos esperaban unos extraordinarios chivitos asados para reponer fuerzas.
¿Si fue un rally de Montecarlo? Seguramente que no. Más que nada hice la mención para sumarle un gancho al título de la nota. Pero no cabe duda que se trató de una experiencia inédita, una exigencia que nunca antes habían enfrentado nuestros clásicos.
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BEPPE VIOLA:
Traccionar no fue un problema mayor. Sí el viento blanco que en un momento, supongo porque encima nuestro se abrieron las nubes y nos comenzó a dar el sol, pasó a ser un blanco brillante, encandilante, enceguecedor, aún con anteojos de sol puestos.
De todas maneras, había un Fleetwood convertible que medía como media cuadra de largo (se alcanza a ver sobre la derecha en la última foto) que seguramente debe haber sido más dfícil de llevar en esas condiciones que un Camaro.
Buenísima la semblanza. Cómo me hubiese gustado haberla pasado mal en el habitáculo del Alfa!!!
feo momento…. me imagino hacerlo con el Camaro y sin gomas invernales ….
Uffff, qué difícil!!
Gran nota !!!! Gracias Tomás !!!!!