500 Millas, 11 años y ninguna noche

23/May/2016

DSC08128

Allá por el año 1985, por motivos laborales de mi viejo, vivíamos en EE.UU. Él, el culpable de que nos gusten los fierros, andaba con ganas de darse un gustito pero necesitaba un cómplice. El más fana de los autos siempre fui yo. Era el que iba con su Kodak Pocket a recorrer estacionamientos del shopping o supermercados para sacar fotos de autos que en Argentina no había o simplemente porque me gustaban.

Así fue que un día se apareció en casa y muy suelto de cuerpo le dijo a mi vieja: “me voy el próximo finde con Nico a ver las 500 Millas de Indianápolis. Conseguí dos entradas para «Campo», ya saqué los pasajes y alquilé el auto. Eso sí, no conseguí hotel. Ya veremos, de última dormimos en el auto”. Esto último, de hecho, no sonaba tan descabellado viendo las dimensiones de los autitos americanos en la década del ’80.

Llego el sábado y nos fuimos a al aeropuerto de Newark (NJ) a tomar el avión y al mediodía ya estábamos paseando por el centro de Indianápolis junto con otros millones de personas que invaden la ciudad. Ya habíamos desistido de buscar hotel y decidido dormir en el auto. Total iban a ser pocas horas, porque al igual que acá los yankees van bien temprano a la pista para conseguir lugar. Claro, al igual que acá ellos se llevan para entretenerse todo el kit personal de supervivencia. Este consiste en una reposera y una heladera de grandes dimensiones llena de latas de cerveza y algún que otro sándwich. Pero de esto hablare más adelante…

DSC08139

DSC08127

A la noche, luego de clavarnos unas cheeseburgers, comprar merchandising y perder el tiempo en algún espectáculo callejero nos fuimos a dormir «cómodamente» en el auto que previamente habíamos estacionado en el parque cercano al circuito. Este auto era un Chevrolet Chevette 3 puertas, el auto más chico que se vendía (y alquilaba) por aquella época en EE.UU. Ni siquiera se podían tirar los asientos traseros para adelante como para estirarse un poco. Una verdadera porquería. No creo que al Griego, a 250SS, ni a otros chevroletistas les guste. No sirve ni para cucha del perro. Igual siempre me quedó la duda si su primo lejano sudaca era tan malo como éste.

A las 4.00 hs AM enfilamos para el autódromo y luego de recorrer los stand que ya estaban abiertos, comprar más merchandising y algo para morfar durante la larga espera hasta las 11.00 hs que largan, nos ubicamos en un hueco entre las curvas 1 y 2. Había leído que era donde más se la daban e insistí para ir por ese lado.

DSC08131

DSC08130

La espera pintaba eterna pero los muchachos de la «popu» que llegan a las 4.00 o 5.00 hs, para las 7.00 hs, gracias al kit que mencioné, ya están en pedo y empiezan a boludear con cuanta mina o pibe que se haga el pistola. Igual que acá. La única diferencia es que allá enseguida se ponen en bolas y todos se cagan de risa. Para mí, que tenía 11 años, era un poco fuerte pero igual creo que no se me escapó ninguna minusa que era paseada en andas. ¡Las vi a todas! Los muchachos siguen chupando hasta que se acaba lo que llevaron y un gran porcentaje ni llega a la largada. Y de ese porcentaje, la mayoría ni se despierta para ver aunque sea un par de vueltas de la carrera.

De la carrera que les puedo contar… Sin la revista con la foto ni la torre de información no tenés idea de cómo van a la tercera vuelta. Es difícil de seguir, pasaban cada 45 segundos aproximadamente y no se les veía ni el color del casco. Pero con los golpazos que se dan la gente enloquece. Ver pararse toda junta a la tribuna de enfrente y escuchar el “uuuuuuuuuuuuuhhhhhhhhh” de la monada y después el “pum” contra la pared es divino.

DSC08132

DSC08134

A nadie le importa si apenas es un golpecito, los tienen que despegar con espátula de la pared o juntar las cenizas con la aspiradora. Solo quieren el ¡PUM! Aquel año ganó Danny Sullivan, que se mandó una de las mejores maniobras de la historia de las Indy 500 intentando superar a Andretti justo delante nuestro. Obvio, yo estaba mirando otra cosa y me di vuelta tarde cuando escuche el “uuuhhhhh”.

Después de la carrera nos fuimos al museo que está dentro del autódromo y estuvimos unas cuantas horas ahí dentro. Si bien está orientado en la historia de las Indy 500, hay de todo. Si alguna vez están por ahí, no se lo pierdan. Cuando ya estábamos hartos de tanto auto nos fuimos al aeropuerto porque el lunes a las 6.00 hs AM salía nuestro avión. Nuestra intención era dormir ahí. Lo que no tuvimos en cuenta es que Indianápolis es un pueblo y funciona como tal, por lo tanto a las 11.00 hs PM, después del último vuelo del día, el aeropuerto se cierra y todos afuera. Tuvimos que usar todas las armas de la dialéctica y el convencimiento para que no nos rajaran y terminamos durmiendo en la sala de los pilotos. Una especie de VIP que tienen exclusivo para ellos. El lunes a las 9.00 hs AM estaba contándoles a mis compañeritos del colegio que había estado ahí, ¡agrandado como pocas veces!

DSC08129

DSC08133

DSC08137

DSC08135

DSC08136

DSC08138

MÁS ARTÍCULOS…

suscribite a nuestro newsletter

Adsense

ENCUESTA DEL MES

ENCUESTA DEL MES

¿Qué opinás del Restomod?

Adsense

Adsense