Jeffrey Docherty crea ingeniosas obras de arte combinando su pasión por las formas y los colores con su aprecio por los automóviles históricos. Una de sus creaciones ilustra la portada de la edición número 400 de Christophorus, la revista de Porsche.
En su casa de Portland, Oregon, EE.UU., Docherty, de origen neocelandés, va mostrando sus obras en el iPad que sostiene en la mano. En una de las imágenes se ve, sobre un fondo salmón, un volante de los años sesenta con el aro amarillo en lugar del tono madera del original. A su creador le gusta trabajar con colores de Porsche que adquirieron el estatus de culto en los años sesenta y setenta, sus dos décadas favoritas. Siente una atracción especial por la estética de la competición en esa época.
Las difunde, principalmente, a través de Instagram (@jeffrey_docherty), donde cuenta ya con una considerable comunidad de seguidores en todo el mundo. «Siempre busco formas sorprendentes de reinterpretar momentos de la historia del automovilismo», comenta. El resultado es una recreación de imágenes familiares con una belleza distinta y un significado inesperado, mediante las abstracciones inteligentes, el humor y la evocación de niveles de significado más profundos.En 2019, en la feria Art Basel de Miami un objeto llamó su atención. El artista italiano Maurizio Cattelan había pegado un plátano a la pared con cinta adhesiva gris plata. La fruta curvada le recordó a las pinzas de freno de Porsche. Decidió utilizar él también la cinta adhesiva gris, escogió un fondo azul cielo y sustituyó el plátano por una pinza de freno amarilla. Poco después de colgarla en Instagram, la imagen empezó a circular por la red. «Hizo que la gente sonriera y hablara», explica visiblemente contento. «Conseguí deslizar al mundo del automóvil un poquito del exclusivo mundo del arte y unirlo con algo que me apasiona».
Lleva 20 años dedicándose al ámbito de la creatividad como artista gráfico. Hoy trabaja como Director Creativo Senior en Nike. Ama los autos y los dibuja desde niño. En algún momento, dice, convergieron sus dos pasiones: el diseño y los automóviles. Al principio, lo que más le interesaban eran los Volkswagen refrigerados por aire, «pero después empecé a sentirme atraído por los Porsche de los primeros tiempos». Realizó sus primeras obras icónicas y se compró su primer deportivo de Zuffenhausen, un Porsche 911 SC. Es del año 1978, pero su propietario lo ha hecho retroceder estéticamente unos cuantos años a través de numerosos detalles.De sus dos décadas preferidas no sólo le interesan los autos, también encuentra inspiración en los buzos de carreras, los cascos, las calcomanías, las insignias… Le fascina toda la historia de la firma alemana y su inquebrantable compromiso con el automovilismo. Se entusiasma con su sutileza, refinamiento y sobriedad. «Su belleza es intemporal», afirma. «Todo el mundo sabe qué es un Porsche y lo que puede hacer. Así que pueden prescindir de todo exceso estético y permitirse esa formidable falta de ostentación».
Durante los meses más duros de la pandemia, Docherty creó muchas obras recluido en el estudio del sótano de su casa, donde están el circuito en miniatura y el archivo, ilustraciones suyas, toallas de baño y monopatines diseñados por él, maquetas de modelos Porsche y libros. También hay uno sobre Erich Strenger. Este diseñador gráfico, que representó a Porsche en folletos, carteles y anuncios durante casi cuatro décadas, desde 1951, es para él una gran inspiración.
De un armario metálico extrae varios ejemplares antiguos de Christophorus. «Me los compré porque tenía mucha curiosidad por ver las ilustraciones, las fotos y los anuncios de la época». Poder diseñar la portada del número 400 es para él todo un honor, asegura. «Christophorus es algo muy especial, forma parte del ADN Porsche».La falta de ostentación de Porsche en su diseño encaja a la perfección con el carácter del kiwi, una persona discreta. Con su canal de Instagram ha conseguido el nivel de fama justo para sentirse cómodo. Ahora también ilustra libros de Porsche y los pilotos de carreras le piden que les diseñe cascos. Para los organizadores del GP Ice Race de Zell am See, Constantin Klein y Ferdi Porsche, hijo de Wolfgang Porsche, realizó una obra de arte a partir de un Porsche 911.
La pasión por los clásicos le viene de familia. Su padre y su abuelo eran mecánicos en Twizel, un pueblo de 1.600 habitantes situado en la isla sur de Nueva Zelanda. «Además, mi padre también colaboraba con un equipo de carreras y casi todos los fines de semana nos llevaba a toda la familia a ver eventos de autos clásicos», recuerda. Al volver a casa, su hermano David y él dibujaban los automóviles que habían visto o hacían pequeñas maquetas de cartón. Años más tarde, la familia se trasladó a Christchurch, donde un Docherty adolescente se hizo fanático del monopatín y empezó a realizar diseños para los negocios de monopatines y marcas de snowboard de la zona. «Soy una de esas personas que han tenido la suerte de descubrir su pasión a una edad temprana».Fue a una escuela de arte, trabajó en una agencia de diseño y, en 2003, se mudó a Australia, donde estuvo trabajando para revistas y diversas agencias. Allí, en Melbourne, conoció a su mujer, Jenafer Matthews, de origen estadounidense. Juntos se mudaron a Nueva York, donde él trabajó, entre otros medios, para The New York Times Magazine. Cuenta que fue en los estudios y las redacciones donde aprendió a contar historias a través de sus ilustraciones, en lugar de limitarse a crear «imágenes bonitas». Desde 2012, la pareja vive en Portland, Oregón, con su hijo Asher, de ocho años.
Jeffrey Docherty se sube a su 911 SC de color azul México. Solo tiene que recorrer unos metros calle arriba o calle abajo para sumergirse de lleno en el universo Porsche. Y es que en el barrio de Arbor Lodge, en el norte de Portland, hay dos salones donde los amantes de Porsche cuidan de sus clásicos. Docherty se detiene a charlar un rato. «La comunidad Porsche de Portland es como una gran familia», explica tras unos minutos de conversación técnica. «Todo el mundo está conectado de alguna manera o conoce a alguien que conoce a alguien del mundillo». Nuestro paseo en auto se ve interrumpido por el sonido de los motores que emana del Portland International Raceway. «Me encanta», dice con una sonrisa.Caminando llegamos a See See Motor Coffee, en el cercano barrio hipster de St. Johns. El puente de St. Johns queda a solo dos minutos de aquí: es la puerta de entrada a las colinas de West Portland, con sus sinuosas carreteras, sus verdes paisajes y sus fantásticas vistas. Jeffrey Docherty parece disfrutar en modo crucero. Para él, estas escapadas en auto son tan relajantes como la creación de obras de arte con motivos de Porsche. «Todo lo que necesito es mi iPad y un lápiz óptico. Teniendo eso puedo dibujar en cualquier parte», explica. «Me ayuda a desconectar y a cargar pilas. Y ojalá siga siempre así. No querría verme jamás presionado por mi pasión o sentir que es trabajo».
Textos: Helene Laube
Fotos: Ty Milford
Artículo originalmente publicado en el número 400 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.
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