Confieso que cuando lo vi, en el estacionamiento del Hotel Llao Llao en el día previo al lanzamiento de las más recientes Mil Millas Sport, me generó más dudas que certezas. Estaba ahí, a la sombra de los aleros, grande, alto y largo, pintado de un gris satinado realzado por abundantes accesorios de bronce brillante. Tapizados de cuero capitoné, transmisión a cadena, generador de acetileno y una inmensa capota plegada sobre la cola. Algo que muchos en buen criollo llamarían un carromato, pero que una plaquita sobre el inmenso radiador nos aclaraba se trataba de un Züst.

Las dudas eran si este verdadero “veteran” con casi ciento diez años a cuestas (es de 1908), con una configuración mecánica rudimentaria, más apropiado para un paseo entre las barrancas de Recoleta y el Tigre Hotel, iba a poder afrontar en los siguientes tres días más de mil kilómetros de caminos de montaña con largas pendientes en subida y bajada, con curvas y contracurvas, más una sucesión de pruebas de habilidad. Debo confesar que mi pronóstico no era demasiado auspicioso.

La realidad es que el venerable Züst pegó la vuelta completa sin abandonar en ninguna etapa. Poco importa en qué puesto se clasificó, aunque no fue último. Importa que me tapó la boca, y supongo que a unos cuantos más. Aunque no recibiera un trofeo merece aparecer en algún “Cuadro de Honor”.