Hoy hablaremos de este auto de origen turco y nombre de gel lubricante: el Anadol. Producido en su versión sedán entre los años 1964 y 1984 entre otras carrocerías disponibles, era el auto popular turco por excelencia (le queda grande esa palabra) y transportó miles de familias otomanas durante sus años de servicio en las sufridas carreteras del país de los dos continentes.
De belleza exótica (como diría ese amigo que te está por presentar un loro barranquero) hay muy pocas cosas de interés en su desangelada silueta que da síntomas de una prominente artrosis en cada esquina de su cáscara.
Clarividentes como pocos, los responsables de su diseño inventaron una carrocería de fibra de vidrio para combatir los efectos del mar que baña las costas turcas, y principal enemigo de las carrocerías metálicas de dudoso linaje. Bien por ellos y mal por los dibujantes que imposibilitados por la matricería y los costos de hacer formas elaboradas, decidieron entregarse al racionalismo, dando claras señales de fatiga creativa a lo largo de toda la duración del proyecto.
Queda como nota kitsch la última serie con esos obscenos agregados de plástico negro que generan la misma sensación visual que un par de calzas de leopardo vistiendo el sufrido nalgatorio de la suegra del ferretero de la esquina.
Apreciaciones al margen, vaya este desasnante informe sobre los albores de la industria automotriz turca y las consecuencias en la vida cotidiana de su pueblo.
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